Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

El mundo no cambia con tu silencio

En 1972, el psicólogo Janis Irving entrevistó a las ocho personas que habían tomado la (nefasta) decisión de autorizar la invasión estadounidense de la Bahía de Cochinos, en 1961. ¿Qué es lo que falló?

Básicamente, como el plan venía refrendado por el jefe de la Junta de Estado Mayor, Lyman Lemnitzer, y por el propio presidente, ningún consejero se atrevió a alzar la voz alta y clara para contradecirles. Como ninguno lo hacía, cada uno creyó (erróneamente) que los demás opinaban que el plan era bueno, cuando lo que ocurría es que el resto de miembros del grupo tampoco se atrevían a expresar su verdadera opinión. Y cayeron en la ignorancia pluralizada, la tendencia a no expresar una actitud o emoción porque creemos que la mayoría no la comparten.

Hace más de un año, empecé a expresar reservas en público sobre la mal llamada 'ley trans'. Digo mal llamada porque 'ley trans' ya tenemos una, la de 2007. De forma inmediata empecé a recibir una lluvia de respuestas negativas. Mis cuentas se llenaban de insultos. Tuve amenazas de muerte, me llamaban al telefonillo, me seguían e insultaban por la calle, me acusaron de plagio e incluso organizaron un 'crowdfunding' contra mí y, finalmente, me robaron la cuenta de Twitter que seguían 93.000 personas.

"Escritoras y actrices me decían en privado que la ‘ley trans’ era una locura"

No fui la única que sufrió estas represalias. A la diseñadora Laura Estrego le cancelaron su página en internet, la abogada Paula Fraga recibió amenazas de muerte, al instituto en el que trabajaba de profesora Esther Pedroche llegaron un aluvión de mensajes pidiendo su expulsión…

Yo hablaba con 'influencers', escritoras, actrices. Y todas dijeron lo mismo. En privado, opinaban que el borrador de ley era una locura. En público, no se posicionaban sobre el tema, pues creían que perderían trabajos, ofertas, seguidores, patrocinadores. He de decir en honor de mi querida colega la escritora Laura Freixas que ella sí se atrevió a dar la cara.

Votación en el Congreso

La sorpresa llegó cuando la ley se llevó a votación al Congreso. Todo el mundo creía que sería como la ley de la eutanasia. Un paseo. Creían que nadie votaría en contra excepto Vox. Que la apoyaría hasta el PP, si, al fin y al cabo, decían, ya había leyes autonómicas muy parecidas (no es cierto, no se parecen tanto). 

La cuestión es que llegó el día de la votación y…. Sorpresa. Cual Bahía de Cochinos en el Congreso, resultó que el plan había sido un desastre total. En realidad, la gran mayoría de la población cree que es una aberración que un hombre que haya violado o agredido a una mujer pueda ingresar en una cárcel de mujeres, y una salvajada digna de Mengele que un padre o una madre puedan perder la custodia de su hija o hijo solo por negarse a que este se someta a un tratamiento experimental e irreversible.

Pero nadie se atrevía a decirlo en público.

Yo he sido víctima de la cultura de la cancelación según la cual una minoría que hace mucho ruido puede aterrorizar a una mayoría que no se atreve a hacerlo.

Para las que no se atrevieron a hablar solo tengo una palabra: cobardía. Para las valientes que alzaron conmigo la voz y que me apoyaron en los peores momentos, aquí va mi agradecimiento y el recordatorio de que el mundo cambia con nuestro ejemplo. 

Y de que el silencio nunca es neutral: siempre es cómplice.

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