Apunte

La locuacidad de Pablo Casado

El líder del PP discrepa de todo lo que hace el Gobierno sin miedo a caer en el ridículo

Pablo Casado, en el Congreso

Pablo Casado, en el Congreso / EFE / CHEMA MOYA

José A. Sorolla

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En la oposición de Pablo Casado al Gobierno de Pedro Sánchez casi siempre se ha impuesto una línea: criticarlo todo, oponerse a todo. Las treguas, si las ha habido, han sido breves, cuando el presidente del PP se dejaba seducir por la tentación del centro. Pero, últimamente, fruto quizá del subidón de las elecciones madrileñas, la oposición por sistema ha alcanzado la cumbre.

Casado discrepa de todo sin miedo a caer en el ridículo, como cuando ha criticado que Sánchez hablara de la “inmunidad de rebaño” porque “España no es un rebaño”, sin importarle que esa expresión es la que utilizan los científicos para referirse a la inmunidad de grupo, el límite en el que se considera que la pandemia está prácticamente controlada.

Tampoco ha resistido Casado la tentación de descalificar el plan presentado por el presidente del Gobierno sobre la España del 2050, un ejercicio de prospectiva en el que han participado un centenar de científicos y académicos apartidistas. El plan propone, por ejemplo, acercar la fiscalidad española a la europea, promover la fiscalidad verde, mejorar los canales de la inmigración legal, mantener el gasto en educación, aumentar el de sanidad, adoptar medidas ante el envejecimiento de la población, instaurar la jornada laboral de 35 horas o disminuir a la mitad la economía sumergida.

Es un plan a medio y largo plazo, que debería merecer al menos una consideración positiva, ya que no es frecuente este tipo de preocupaciones en un país que vive en el día a día, Pues bien, a Casado todo esto le parece mal porque “la España real necesita soluciones reales e inmediatas”, dijo, después de inflar la cifra de muertos por covid y citar el número de contagiados y de parados. Esta España, según Casado, “no puede aguantar el insulto de que se esté hablando de lo que va a pasar dentro de 30 años”. Y, en el caso de la crisis migratoria con Marruecos, pronto encontró un culpable, el “caos de Sánchez”.

Casado debe creer que no puede dejar de pasar ni una, pero cuando se bordea el ridículo tanta locuacidad solo puede perjudicarle. Estaría mucho mejor callado.