El conflicto de Oriente Próximo

Cuenta atrás en Gaza

Mientras no se ofrezca a los palestinos un horizonte político para resolver su situación, el próximo choque de trenes será tan solo una cuestión de tiempo

Un hombre porta el cuerpo de un niño herido tras uno de los bombardeos sobre Gaza.

Un hombre porta el cuerpo de un niño herido tras uno de los bombardeos sobre Gaza. / Reuters

Ignacio Álvarez-Ossorio

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La presión internacional ha obligado a Israel y Hamás a firmar un alto el fuego tras 11 días de cruentos enfrentamientos. El balance no puede ser más desigual: 232 muertos en el bando palestino (la mayor parte civiles, entre ellos 65 niños y 39 mujeres) por tan solo 12 del israelí. Por cada víctima en Israel se han registrado casi 20 palestinas, lo que evidencia, una vez más, que nos encontramos ante un conflicto profundamente asimétrico en el que Israel goza de una aplastante superioridad militar.

Como era de esperar, el primer ministro Binyamin Netanyahu y la organización Hamás se han apresurado a proclamarse vencedores de la contienda. No obstante, ninguno de los dos parece haber conseguido ninguno de sus objetivos, puesto que la ofensiva militar de Netanyahu tan solo ha logrado acabar con la vida de unas decenas de milicianos sin alcanzar a los principales mandos de la formación islamista. Tampoco Hamás ha logrado que las autoridades israelís den marcha atrás en sus planes de judaizar Jerusalén Este ni congelen los desalojos forzosos en el barrio de Sheikh Jarrah.

El alto el fuego no hubiera sido posible sin la activa implicación de la administración de Biden. En línea con su posición tradicional, Estados Unidos maniobró en el Consejo de Seguridad para evitar una resolución de condena a Israel. No obstante, el presidente norteamericano ha dejado claro que respalda la solución de los dos Estados y que no está dispuesto a otorgar un cheque en blanco a Netanyahu, como hiciera Trump. Además, Biden ha tenido que hacer frente a un conato de revuelta dentro de su propio partido, donde el ala izquierdista representada por el senador Sanders y la congresista Ocasio-Cortez ha criticado ácidamente a Israel presentando una iniciativa para tratar de bloquear la venta de armamento.

El hecho de que cada vez más demócratas se atrevan a criticar en público las violaciones de los derechos humanos de Israel evidencia que algo está cambiando en la escena política estadounidense. El presidente Biden parece haberse percatado de los nuevos vientos que soplan y ha manifestado su voluntad de centrarse no solo en la reconstrucción de Gaza, sino también en alcanzar una paz duradera, ya que “palestinos e israelís merecen vivir en condiciones de seguridad y protección y disfrutar por igual de libertad, prosperidad y democracia”.

El enésimo choque entre Israel y Hamás también ha evidenciado el rotundo fracaso del Acuerdo de Abraham por el que Emiratos y Bahréin normalizaron sus relaciones con el Estado hebreo. Dicho acuerdo pretendía sentar las bases de una nueva alianza regional para frenar a Irán a costa de abandonar a su suerte a los palestinos. No obstante, la defensa de la cuestión palestina sigue gozando de buena salud en el mundo árabe, por lo que traicionarla podría tener un elevado coste, de lo que probablemente habrá tomado buena nota Mohamed bin Salmán, hombre fuerte de Arabia Saudí. De hecho, un presidente egipcio Abdel Fattah Al Sisi en horas bajas no ha dudado en recurrir a una retórica propalestina para tratar de reforzar su posición. Su mediación entre Israel y Hamás ha sido aplaudida por el propio Joe Biden.

A pesar del cese de hostilidades, no debemos olvidar que el alto el fuego simplemente nos devuelve a la casilla de salida. La situación en los territorios ocupados no puede ser más dramática, especialmente en una Franja de Gaza cerrada a cal y canto desde hace 15 años. Desde entonces, el Ejército israelí ha lanzado cuatro ofensivas militares (2008, 2012, 2014 y 2021) que han destruido buena parte de sus infraestructuras y agudizado sus problemas estructurales. Por su parte, Jerusalén Este sufre la campaña más intensa de judaización de las últimas décadas, con la instalación de miles de judíos en los barrios árabes de la ciudad y con la construcción de nuevas colonias que pretenden separar Jerusalén Este del resto de Cisjordania, convertida en una serie de bantustanes entre sí por obra y gracia de los Acuerdos de Oslo.

Mientras no se ofrezca a los palestinos un horizonte político para resolver su situación, el próximo choque de trenes será tan solo una cuestión de tiempo. Si no cambian las tornas, a partir de ahora empieza la cuenta atrás.

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