Ley trans

Los niños que se visten de hadas no son niñas

Las feministas luchamos para que las mujeres elijamos el destino sin cambiar la biología

protesta por Ley Trans

protesta por Ley Trans / David Castro

Carmen Domingo

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El pasado 18 de mayo, en el Congreso, se debatió una proposición de ley trans que fue desestimada por la abstención del grupo socialista. La discusión, acerca de lo pertinente o no de la ley viene de lejos y ha generado cierta crispación sobre todo en los movimientos feministas que, fieles a sus principios, siguen convencidos de que no se puede cambiar el sexo registral por una mera declaración de sentimientos.

Empecemos por el principio.

Mucho antes incluso de que Carla Antonelli nos deslegitimara a las personas no trans a opinar del tema (me pregunto si como diputada desde 2011 no habrá votado en temas referentes a colectivos a los que no pertenece), Simone de Beauvoir ya nos advirtió en un ensayo: “Una mujer no nace, llega a serlo”, nos hacemos mujeres defendiendo nuestros derechos. Nos ponía sobre aviso de que los talibanes del género ⎯Carla a la cabeza seguida de un buen número de 'progres'⎯ iban a tratar de someternos a los estereotipos impidiendo que las mujeres fuéramos, vistiéramos y actuáramos cómo quisiéramos. Simone acertó.

Una nace mujer y la sociedad trata de someternos a los prejuicios de género. Lo escuchamos en Baldoví en el Congreso al defender el discurso del patriarcado que supone la ley trans: yo conozco a un niño que soñaba con ser hada y vestirse como tal y por tanto era una niña. Resulta que los estereotipos de género (faldas, tutús, el color rosa e incluso la varita) nos hacen ser o no mujer. Solo le faltó añadir al diputado de Compromís que si haces la colada y cocinas, eres mujer. ¿Qué quería el diputado de Compromís? Pues al parecer que se estableciera una legislación en la que se le dice a un niño que su cuerpo está mal y que si le gusta hacer de hada, debe cambiarlo para ajustarse a los estereotipos asociados a las mujeres.

Razonar lo irracional es complicado, y tal vez por eso Baldoví, quiero pensar que por desconocimiento, se olvidó de aquellos niños que, haciendo caso de personas que les señalan que viven en un cuerpo equivocado, años después terminan en pleitos denunciado a los adultos que los hicieron someterse a tratamientos hormonales irreversibles, sin dejar que maduren y decidan qué hacer con su cuerpo de adultos. Un cuerpo que, obviamente, nunca es el cuerpo equivocado. 

Tampoco parece que supiera bien de qué hablaba Mireia Vehí, de la CUP, señalando “somos poco amigas del esencialismo de género” al tiempo que defendía una ley basada únicamente en la defensa del género.

El resto de intervenciones fueron también de sonrojo, Pilar Valluguera, de ERC, se preguntaba “¿qué hay que rompa más los estereotipos que un hombre que pueda parir?”, sin que nadie le dijera que, a poco que hayas estado escolarizada, sabes que solo las hembras pueden parir; o Gabriel Rufián que nos dejó ojipláticas con su conclusión: “Una mujer trans es una. Una mujer trans es grande. Y una mujer trans es libre”, emulando al dictador. Nos lo ponen fácil a las feministas.

Negar la realidad del sexo, algo inmutable, no ayuda a las personas trans, ni a las no trans, ni a las mujeres, ni a los hombres, ni a la infancia. Negar la realidad biológica y hacer leyes basadas en ello no ayuda a nadie. Solo reporta beneficios económicos ingentes a la industria farmacéutica. 

La ley no mejora la vida de los trans ni les da más derechos ⎯unos derechos que ni sus defensores especifican⎯. Nadie está en contra de un colectivo y las feministas mucho menos. No les queremos negar a las personas trans ningún derecho que tengamos el resto de los ciudadanos y estaremos a su lado en la defensa de los derechos que queremos para todos. Pero legislar un género, cuando el género solo es algo sentido, es un despropósito que no cambia las realidades. 

“La biología sí importa”, dijo Lourdes Méndez, de Vox, pero no por lo que ella cree. La biología no nos traza a las mujeres un destino. Las feministas luchamos para que las mujeres elijamos el destino sin cambiar la biología.

Es cierto que yo habría preferido que el Grupo socialista votase en contra de la Ley, pero agradezco que se haya abstenido. Así ganamos un tiempo necesario para hacer pedagogía y que la sociedad española (que por desinterés o complejidad no es consciente de todo lo que está en juego para las mujeres) despierte.

Mientras tanto, no lo olvidemos: Ser mujer es una realidad, no una identidad.

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