Los retos del nuevo Govern

Aragonès y la geometría variable

La estrategia del nuevo 'president' podría pasar por dar protagonismo a los acuerdos transversales que se puedan tejer en el legislativo y por dejarse llevar por las nuevas correlaciones de fuerza

Pleno de investidura de Pere Aragones como nuevo president de la Generalitat.

Pleno de investidura de Pere Aragones como nuevo president de la Generalitat. / FERRAN NADEU

Gemma Ubasart

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Es un día histórico para ERC. Por primera vez desde la Segunda República un dirigente de este partido asume la presidencia de la Generalitat. Han tenido que pasar tres meses desde las elecciones del 14-F, con unas tortuosas negociaciones dilatadas en el tiempo. Pero, finalmente, Pere Aragonès ha sido investido como primera autoridad del país con los votos afirmativos de su fuerza política, JxCat y la CUP. Se revalida así la fórmula de la anterior legislatura: la mitad del Ejecutivo es para los republicanos y la otra mitad para los poscovergentes (con una casi completa inversión de las carteras asumidas por cada espacio). Jèssica Albiach afirmaba durante el debate de investidura que se trata de una forma de gobierno no deseada por nadie. Y ciertamente es así: ERC prefería gobernar en solitario, los sectores más activistas de JxCat recelan, y el PSC sabe que puede dificultar el escenario a Pedro Sánchez. Los dirigentes de ERC han optado por la prudencia, alargando una fase de transición en la vida política catalana, para mantener una cierta paz interna dentro del partido (los pocos avances en la desjudicialización del conflicto y la dureza de Illa no han facilitado los movimientos).

El gobierno que el lunes comenzará a caminar, como el mismo Aragonès ha expuesto, tiene dos grandes retos: avanzar en la resolución del conflicto entre Catalunya y España, y gestionar la pospandemia en su dimensión económica, social y ecológica. El nuevo ejecutivo situará sus actuaciones en un contexto con importantes desafíos (algunos con declinación local y otros global), pero también con unas no menos destacables ventanas de oportunidad (la llegada importante de recursos a través de los fondos europeos, un contexto internacional favorable a las políticas expansivas y ‘neokeynesianas’, la revolución verde cada vez más presente en el imaginario colectivo, un Gobierno español sostenido por una triangulación progresista y plurinacional ...). A día de hoy se arrastran carpetas no cerradas del pasado, a la vez que se presentan problemáticas de nueva formulación. Hay mucho trabajo por hacer, pero también existen oportunidades que pueden ser aprovechadas si se pone la maquinaria a pleno funcionamiento. Es un momento para crear y construir.

Si bien es cierto que se ha optado por una fórmula de gobierno agotada, pensada para otro contexto, también lo es que el Ejecutivo presenta una novedad que podría llegar a ser sustantiva: la persona que ejercerá la presidencia. Un pequeño cambio que podría ayudar a transitar hacia otro escenario. Aquí la incógnita que se presenta es si Aragonès tendrá la posibilidad y capacidad de consolidar un liderazgo propio y estratégico, de crecer como presidente en su ejercicio gubernamental. Trascender las rencillas pueriles entre dirigentes políticos pero también el corsé que supone una excesiva dependencia de los equilibrios internos y entre partidos. Liderar un nuevo proyecto de país que genere una movilización de activos e inteligencias. A favor de que lo pueda hacer pesa su personalidad (un hombre con experiencia de gestión y con propensión al diálogo y pacto) así como la centralidad programática que tiene ERC en estos momentos de cierta hegemonía de izquierdas y soberanista. En contra juega la continuidad de ciertas lógicas pasadas (forma de gobierno incluida) más propias de la etapa conflictual del ‘procés’ que del presente pospandémico.

Aragonès es consciente de que le hubiera sido mucho más fácil consolidarse como líder a través de los éxitos gubernamentales en un ejecutivo en solitario, o bien en un gobierno en coalición con los comunes y / o la CUP. Abrir una nueva etapa, mirar al futuro. Operar de modo parecido a como se forjó el liderazgo de Jordi Pujol. Ahora bien, parece que el ya ‘president’ no tira la toalla y que, para llegar a un lugar similar, está dispuesto a jugar en un marco de geometría variable donde los pactos no se limiten a tres (partidos independentistas) sino que transiten hacia cinco (incluyendo comunes y PSC en la ecuación). Buscar alianzas más allá de la mayoría independentista. Conseguir amplios consensos para hacer frente a los dos grandes retos apuntados. La estrategia podría pasar por dar protagonismo a los acuerdos transversales que se puedan tejer en el legislativo y por dejarse llevar por las nuevas correlaciones de fuerza. ¿Será la manera de avanzar?

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