Calentamiento global
Rumbo a cero emisiones netas
Países y empresas deberían detallar el alcance de las medidas, su idoneidad y una hoja de ruta para lograr los objetivos
Mariano Marzo
Catedrático emérito de la Universitat de Barcelona (Facultat de Ciències de la Terra).
Mariano Marzo
Hace cinco años, el acuerdo de Paris de Naciones Unidas estableció un tope máximo para el calentamiento global, situado “muy por debajo” de 2°C, e idealmente en 1.5°C, respecto a los niveles preindustriales. Los líderes mundiales también acordaron equilibrar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la segunda mitad del presente siglo, de modo que la suma de todos los GEI emitidos por las actividades humanas fuera cero. Como resultado, cada vez más países, instituciones y empresas están anunciando objetivos de cero emisiones netas. Sin embargo, estos buenos propósitos suscitan dudas.
En primer lugar, los planes para lograr dichos objetivos están definidos de forma imprecisa y resultan difíciles de comparar entre sí, particularmente porque los detalles subyacentes a la etiqueta “cero emisiones netas” muestran notables discrepancias. Así, por ejemplo, mientras algunos planes se centran exclusivamente en el dióxido de carbono. otros cubren todos los GEI. Asimismo, en algunos casos, las empresas consideran solo las emisiones bajo su control directo y otras incluyen las de sus cadenas de suministro y las derivadas del uso o la eliminación de sus productos. En otras ocasiones, los objetivos no pretenden reducir las emisiones, sino compensarlas mediante mecanismos de diversa índole.
Por otra parte, muchos planes pasan por alto cuestiones importantes. ¿Deberían algunos sectores alcanzar antes las cero emisiones netas, para así contrarrestar las de otros más difíciles de descarbonizar? ¿Es justo esperar que las economías emergentes alcancen las cero emisiones netas en la misma fecha que los países industrializados? Si no se presta especial atención a este tipo cuestiones, se corre el riesgo de que los logros individuales no sean suficientes para cumplir los objetivos colectivos del Acuerdo de París.
Sin una mayor claridad y nivel de concreción, las estrategias para conseguir las cero emisiones netas podrían no ser comprendidas, ni evaluarse su impacto real
Se puede argumentar que tener objetivos vagos e imprecisos siempre es mejor que no tener ninguno. Sin embargo, lo que está en juego es demasiado importante para conformarnos con meros pronunciamientos. No se trata de que todos los actores en la lucha contra el cambio climático adopten necesariamente las mismas pautas de actuación pero, sin una mayor claridad y nivel de concreción, las estrategias para conseguir las cero emisiones netas podrían no ser comprendidas, ni evaluarse su impacto real.
En este contexto, resulta inexcusable que países y empresas detallen en sus planes de cero emisiones netas tres aspectos: su alcance; por qué tales planes se consideran idóneos y justos; y una hoja de ruta que concrete cómo se pretenden lograr los objetivos perseguidos. La próxima cumbre del clima de Naciones Unidas, que tendrá lugar en Glasgow el próximo mes de noviembre, podría ser el lugar y momento idóneo para presentar tales aclaraciones.
La investigación puede aportar mejoras en los tres aspectos comentados. Por ejemplo, en relación al alcance, los sumideros de carbono basados en la naturaleza pueden utilizarse para eliminar o para compensar emisiones, de manera que deben comprenderse mejor los riesgos relacionados con la fiabilidad futura de tales sumideros, su potencial cambio de rol en respuesta al cambio climático, y sus consecuencias sociales y ecológicas. El aspecto de idoneidad y equidad requiere trabajo de investigación en múltiples disciplinas. Los planes de cero emisiones netas de países y empresas no deberían ser elaborados exclusivamente por científicos naturales o economistas. También es necesario que los científicos sociales intervengan, clarificando, por ejemplo, cómo se aplican los conceptos de equidad en el caso de compañías multinacionales que abarcan países y sectores diversos, involucrando a poblaciones cuyos niveles de desarrollo pueden ser muy distintos. En cuanto a la exigencia de hojas de ruta precisas, el proceso utilizado por Naciones Unidas para la evaluación y seguimiento de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) constituye un punto de partida que puede extenderse para incluir los objetivos de cero emisiones netas, a más largo plazo. Y las empresas podrían hacer lo mismo, aplicando procedimientos estandarizados.
La larga marcha hacia las cero emisiones netas no ha hecho más que empezar.
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