Govern

Un nuevo Gobierno en Catalunya

Existe un triple reto: reconducir los estragos de la pandemia, recuperar el peso económico perdido y transitar hacia un nuevo modelo productivo

Pere Aragonès y Jordi Sànchez, tras presentar el pacto de Govern en Barcelona

Pere Aragonès y Jordi Sànchez, tras presentar el pacto de Govern en Barcelona

Jordi Alberich

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Tras una tardanza incomprensible, de más de tres meses, ERC y Junts han alcanzado un acuerdo que, bendecido por la CUP, permitirá formar gobierno en Catalunya. Un nuevo Ejecutivo que deberá enfrentarse a una coyuntura de una extraordinaria dificultad social y económica. Sin embargo, las señales que emergen de las negociaciones, del contenido del acuerdo, y de lo sucedido desde su anuncio a inicios de esta semana, no resultan nada estimulantes.

Tenemos por delante reconducir los estragos de la pandemia; recuperar el mucho peso económico perdido desde hace años, especialmente durante la década de 'procés'; y afrontar el momento de transición hacia un nuevo modelo productivo. Un triple reto que requiere de una acción política especialmente afinada y consensuada. De no ser así, seguiremos sumiéndonos en una dinámica que nos está llevando a dejar de ser, quizás de manera irreversible, una comunidad de referencia en España y Europa. 

Desde el día de las elecciones, las discusiones entre los socios de gobierno han pivotado exclusivamente sobre el conflicto territorial y el camino a la independencia, al margen de una ciudadanía que muestra claramente que sus prioridades son otras. Por no hablar de un mundo económico cuyo enorme malestar le llevó a celebrar el acto unitario de inicios de marzo, bajo el lema “Basta ya. Hablemos de recuperación”.

Con la salida de la pandemia, mejorarán el ánimo colectivo y los indicadores de actividad económica, desde el consumo a la llegada de turistas, pero ello no resolverá nuestro declive, se limitará a disimularlo. Nuestros males de fondo no harán más que acrecentarse, pues afrontarlos requiere de unos mínimos consensos, imposibles de atisbar en una dinámica política que, me temo, va para largo.

En este contexto, las empresas no pueden más que hacer oír su voz con aún mayor contundencia y, aquellas que afortunadamente puedan, acostumbrarse a vivir al margen del Gobierno. Lo preocupante es que no todas pueden. Irán cerrando.