La tribuna

Marruecos y Turquía: las siete diferencias

El pulso de Rabat utilizando el control de fronteras recuerda a las crisis migratorias turcas, pero Erdogan se dirigía a toda la UE, mientras que el mensaje de enfado marroquí va destinado a España

Crisis migratoria en Ceuta. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA

Crisis migratoria en Ceuta. FOTO: JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Eduard Soler Lecha

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A grandes trazos parece la misma imagen. Dos países, socios y aliados, que lanzan un pulso a sus vecinos europeos utilizando el control de fronteras para mostrar su enfado y exigir una rectificación. Lo hacen relajando controles policiales para que jóvenes, menores y familias enteras crucen la frontera para verse luego atrapados, los unos en islas del Egeo, los otros en un enclave español del norte de África. O cooperación o caos, advierten Ankara y Rabat a través de sus potentes megáfonos migratorios. 

Hasta aquí las semejanzas. Pero como si se tratara de uno de aquellos ejercicios en los que hay que encontrar las siete diferencias, comprobaremos que aquellos dibujos que parecían idénticos no lo son. Fijémonos en los detalles.

La primera diferencia es la nacionalidad de los que cruzan. En el caso de las dos crisis migratorias turcas (2015-2016 y 2020) eran extranjeros y en su inmensa mayoría refugiados sirios y afganos. Los que cruzaron a nado la frontera de Ceuta son en su mayoría marroquís frustrados por la falta de oportunidades en su país de origen. 

La segunda diferencia es el receptor del mensaje. Turquía se dirigía a toda la Unión Europea y lo hacía a través de Grecia. Marruecos, en cambio, manda un mensaje de enfado a Madrid y lo que quiere, en primera instancia, es modificar las políticas españolas. 

El factor reputacional sigue siendo importante para Rabat. La diplomacia marroquí se presenta como el vecino del sur más reformista y también el más colaborador

Vamos a por la tercera, más sutil. A Erdogan ya no le preocupaba demasiado su reputación. Sabía que la relación con la UE está dañada y que la perspectiva de adhesión de su país estaba en el congelador. Podía maniobrar para que la relación no se rompa definitivamente pero no mucho más. En cambio, el factor reputacional sigue siendo importante para Marruecos. La diplomacia marroquí se presenta como el vecino del sur más reformista y también el más colaborador, el país al que muchos responsables europeos han estado poniendo como ejemplo. 

La cuarta diferencia aparece cuando añadimos la perspectiva temporal. Turquía ha lanzado pulsos sostenidos. Semanas e incluso meses de caos fronterizo y de drama humanitario, sobre todo entre 2015 y 2016. Marruecos ha despegado una estrategia distinta en Ceuta. Sin que se haya producido un cambio de posición española ni haya recibido una compensación significativa –los 30 millones anunciados por el Ministerio del Interior no lo son– la policía marroquí volvió a controlar el entorno fronterizo y cayó en picado la entrada de migrantes. Parece que Marruecos intenta hacer visibles no solo los costes de no cooperar sino los beneficios para España de volver a la situación anterior

La quinta diferencia nos aparece al abrir el foco y es en clave geopolítica. Cuando Turquía lanza el pulso a la Unión lo hace tras sentir que sus apuestas internacionales, sobre todo en Siria, no habían dado los frutos esperados y que sus aliados le estaban traicionado con su apoyo a las milicias kurdo-sirias. En cambio, Marruecos se ha sentido respaldado por Estados Unidos en el tema del Sáhara, ve que Argelia está debilitada y su política africana está dando frutos. A rebufo de este espaldarazo, plantea el pulso con España.

La sexta es que las disputas territoriales que Turquía tiene con Grecia no son determinantes en el envite migratorio. En cambio, que la crisis con Marruecos se haya escenificado en Ceuta no es casual. Uno de los objetivos constantes de la política marroquí es problematizar el futuro de esta ciudad y de Melilla, ponerlas en la agenda. La presión migratoria es, junto a la asfixia económica, la forma más efectiva de hacerlo. 

La séptima y última diferencia nos lleva a pensar en las posibles salidas. Las crisis con Turquía tenían que manejarse y resolverse a escala europea. Los mensajes de Erdogan no iban dirigidos a Atenas sino a todas las capitales de la Unión. Los agravios eran con toda la UE, no solo con Grecia. En cambio, esta crisis con Marruecos pasa, ante todo, por la negociación entre los dos países. Eso sí, España invocará el respaldo europeo para intentar que el desenlace sea rápido y favorable a sus intereses. 

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