Modelo económico

El Madrid del sálvese quien pueda

La Comunidad ha movido el tablero de las políticas públicas: desde la creencia ciega en la 'curva de Laffer' hasta una supuesta sacralización de las libertades individuales

Isabel Díaz Ayuso, presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid

Isabel Díaz Ayuso, presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid

Guillem López Casasnovas

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La pandemia ha evidenciado un nuevo jugador en el mapa político, 'stakeholder' como se dice ahora en la formación ideológica conservadora, que ha entronizado definitivamente a Madrid en la parte alta del mapa. Supera a todos en renta per cápita, acumula inversiones, recupera glamour social y encandila a una derecha hasta ahora 'lost in translation'. Tomando ventaja de la política fiscal y sanitaria de aquella autonomía, que denostaba cuando la reclamaban otros, la utiliza ahora para hacer las cosas 'diferentes', y ha movido el tablero de las políticas públicas: desde la creencia ciega en la 'curva de Laffer' (bajar impuestos y subir la recaudación), hasta una supuesta sacralización de las libertades individuales por encima de lo que la izquierda interpreta como 'bien común'. Ha situado así de momento su economía en mejores tasas de crecimiento. Todo ello desde la irresponsabilidad fiscal de quien nunca se la juega de verdad, teniendo como tiene Madrid cubierta las espaldas por la capitalidad que financiamos entre todos.

Emerge Díaz Ayuso, la nueva ’lideresa’, y sus adláteres se regocijan en que la modernidad ya no es progre. Pero las incoherencias es probable que, tarde o temprano, irrumpan. Espero ahora con curiosidad cómo van a ligar el corto con el medio plazo, y cómo responderán a las críticas que les hayan de llegar, por la poca consideración que muestren los políticos de la Comunidad de Madrid para con la economía de la 'next generation' y con el gasto social de sus conciudadanos. El tener a corto plazo, supuestamente, una economía de éxito tiene eso: aumenta el denominador y todos los ratios posteriores de dedicación a las políticas activas de ocupación, apoyo al I+D empresarial o gasto sanitario y social se empequeñecen. Y espero sus argumentos de defensa de que con la financiación autonómica que tienen, no ligada a su creación de riqueza sino, como mucho, a su peso poblacional, la cosa no da para más. A los catalanes todo esto nos sonará. Y les recordaremos que, con ello, están emprendiendo su propio ‘camino de la perdición’, sembrando con sus déficits fiscales las semillas de una economía que, en el medio plazo, quedará atrasada.

En Madrid han votado, masivamente, los satisfechos con esta gestión, que son más y digieren sin problema un contrafactual de supervivencias, que parece no afectarles. Sin compasión, sin solidaridad.

Puede que alguna voz de la intelectualidad madrileña recuerde que la tributación no es sólo un factor de competitividad, para arruinar al vecino, sino de provisión de servicios públicos esenciales en una sociedad avanzada, y de redistribución interna, desde los grupos que se lucran con las rebajas fiscales en favor de los más frágiles. Y que, cuando alguien se lamente de haber perdido con el covid a un ser querido, algún otro madrileño constate que este es el peaje de haber gestionado así de mal la salud, y ‘así de bien’ la economía. Además, algunos territorios le ‘deben’ a la Comunidad de Madrid que sus malas cifras de gestión de la pandemia hayan sesgado al alza los valores medios que nos hacen a todos, aún hoy, ‘territorio no seguro’ para el turismo que quiere visitarnos.  

Ciertamente, afectados y beneficiarios aquí no coinciden. Los segundos votan y llenan plazas de toros, aunque espero que alguien recuerde que, con otra política, previsiblemente algunos de los fallecidos hoy vivirían. Ganan los activos sobre los pasivos, los más jóvenes que se divierten frente a sus mayores, los que tienen negocio frente a los que malviven con Ertes o sin. Han votado masivamente los satisfechos con esta gestión, que son más y digieren sin problema un contrafactual de supervivencias, que parece no afectarles. Sin compasión, sin solidaridad. Todo por la libertad de unos cuantos, ni que sean mayoría. Y una solidaridad que ni se predica ya ni se practica, ni con los vecinos, en competencia fiscal desleal, ni entre sus ciudadanos, sálvese quien pueda. España, nos recuerda la OCDE esta última semana, tiene una población muy sensible a la riqueza heredada y a su transmisión, a diferencia de la mayoría de otros países, en que es relevante sobre todo para los quintiles superiores: tal es pues el granero de votos de sus abolicionistas para el próximo embate con el Estado, sin importar los argumentos de equidad  y eficiencia de un sistema tributario, a partir del principio trumpista de ‘lo mío primero’.

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