Negociaciones de Govern

La montaña parió un ratón

El pacto de los montes, de tres meses de gestación, rubrica un principio: el ‘procés’ seguirá pasando pantallas mientras no sea derrotado en las urnas

Jordi Sànchez y Pere Aragonès, tras hacer público el acuerdo de coalición entre ERC y Junts per Catalunya

Jordi Sànchez y Pere Aragonès, tras hacer público el acuerdo de coalición entre ERC y Junts per Catalunya

Rafael Jorba

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De cumbre fallida en cumbre fallida, con ultimátums cruzados y amagos de ruptura, ERC y JxCat sellaron el lunes el acuerdo para investir a Pere Aragonès como nuevo presidente de la Generalitat y formar un Govern de coalición. El pacto se fraguó el fin de semana, con dos reuniones de trabajo de Aragonès y Jordi Sànchez en sendas masías del Lluçanès y el Maresme, a los tres meses de las elecciones del 14-F y a sólo nueve días de que sonase la campana de otra convocatoria electoral anticipada. Ha acabado pasando lo que tenía que pasar. El independentismo suma y sigue: logra la mayoría absoluta de escaños y, por vez primera, de votos, escribí el 16 de febrero.

El ‘relato’ –siempre prisioneros del ‘relato’– no dejaba otra opción al bloque del ‘procés’. Había acudido a las urnas por la falta de cohesión gubernamental, como certificó Quim Torra en enero del 2020, pero siguió gobernando desunido durante más de un año y lo seguirá haciendo ahora. ¿Cómo podían explicar a sus votantes que habiendo obtenido una “mayoría histórica” en escaños y votos para plantear otro “embate democrático” al Estado eran incapaces de formar gobierno? Sus líderes, además, son conocedores de la erosión que sufrieron en las urnas: ERC y JxCat perdieron más de 700.000 votos y, en términos plebiscitarios, su 51,3% representa sólo el 27% del censo electoral.

Desde esta óptica, los analistas no sólo hemos magnificado los desacuerdos crónicos entre ERC y JxCat, con la CUP oficiando de mediadora, sino que hemos avalado la escenografía independentista, jalonada de días históricos y de ‘cimeras’. Por ejemplo, el término ‘cumbre’, que el diccionario define como una reunión de máximos dignatarios, lo hemos empleado para revestir de trascendencia los escarceos negociadores en los que algunos de sus asistentes iban de farol. Ahora, el acuerdo final, dictado por la lógica de las urnas –el cambio de signo de la presidencia de la Generalitat en un gobierno paritario de ERC y JxCat–, lo hemos convertido en el pacto de los montes, parafraseando aquel parto de los montes de la célebre fábula.

No sólo hemos magnificado los desacuerdos crónicos entre ERC y JxCat, sino que hemos avalado la escenografía independentista

En efecto, Jean de La Fontaine nos relata la historia de una montaña, que lanzaba unos gritos tan fuertes que las gentes del lugar esperaban que diese a la luz una ciudad más grande que París: “Elle accoucha d’une souris” (“parió un ratón”). “C'est promettre beaucoup: mais qu'en sort-il souvent? / Du vent” (“Es mucho prometer: ¿pero qué sale a menudo? / Viento”). Nuestro pacto de los montes, de tres meses de gestación, no hace más que rubricar un principio: en una Catalunya empatada consigo misma, el ‘procés’ seguirá pasando pantallas, reescribiendo ‘hojas de ruta’, mientras no sea derrotado en las urnas.

Entre tanto, más allá de análisis sesudos, se imponen unas dosis de humor (no es patrimonio del ‘Polònia’). Lo he venido aplicando en la última década procesista. Ya en el 2012, en una tertulia en TV3, la moderadora nos preguntó cuándo se produciría el anunciado “choque de trenes” entre Artur Mas y Mariano Rajoy. Mi respuesta: “No lo sé. Lo único que puedo constatar es que con la reforma laboral del PP, avalada por CiU en el Congreso, en mi caso, como catalán y asalariado, me han atropellado los dos maquinistas”. Silencio en el plató.

En otra ocasión –una tertulia de Catalunya Ràdio– acababan de entrevistar al entonces conseller y portavoz del Govern, Francesc Homs. Se preparaba la consulta del 9-N de 2014. ¿Cómo acabará?, nos preguntaron. Eché mano de la sabiduría popular para responder: “Com la Comèdia de Falset, que havia de començar a les vuit i es va acabar a les set”. Silencio en las ondas. Me guardé en el cajón otra expresión de la zona: “Acabarà com la Fira de Flix: dues caixes i un canyís”. Visto lo visto, me quedé corto.

Ahora, apartado de las tertulias, mantengo la esperanza; también, el sentido del humor. Espero que el nuevo Govern retome la vía de la gestión, culmine la lucha contra la pandemia, siente las bases de la recuperación económica, apueste por el reencuentro entre los catalanes y dé muestras de lealtad institucional con el Gobierno de España. Ojalá que al presidente Aragonès no le ocurra como a aquel niño que vigilaba un burro en una noria: “- Iaio, iaio, el burro ha caigut al pou!” “- Tira-li palla, que d’aigua ja en té prou!”. ¿Hemos tocado fondo?