La nota

La crisis con Marruecos

La relación con el vecino del sur es esencial por la inmigración y porque tenemos los dos únicos territorios europeos en África

Migrantes cruzan desde Marruecos a España por el enclave de Ceuta

Migrantes cruzan desde Marruecos a España por el enclave de Ceuta / EUROPA PRESS / ANTONIO SEMPERE

Joan Tapia

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Las relaciones con Marruecos son esenciales tanto para la política exterior como para nuestra estabilidad interna. Marruecos es la frontera con el continente africano, con sus graves problemas de desarrollo y de pulsión a la emigración a Europa. Y tenemos dos 'ciudades autónomas', Ceuta y Melilla, que son los únicos territorios europeos en el continente africano. Y en 1975, con la Marcha Verde” Hassan II se adueñó del antiguo Sahara español y España apoya la resolución de la ONU -nunca cumplida- de un referéndum sobre el futuro de la excolonia.

La relación con Marruecos está presidida por la cooperación -los dos países se necesitan y el control de la inmigración y de las redes terroristas son vitales para España-, pero también por el eterno recelo. Ya hace muchos años -segunda legislatura Aznar- la ocupación marroquí del desconocido islote de Perejil -un exembajador en Marruecos me confesó que nunca había oído hablar de "esa roca"- provocó una crisis entre los dos países, con Federico Trillo exhibiendo músculo militar, que solo se resolvió con la mediación de la diplomacia americana. Y el reconocimiento por Estados Unidos (Trump) de que el territorio saharaui es parte de Marruecos ha fortalecido a Mohamed VI, celoso siempre de la integridad territorial de su país. 

Pese a que los presidentes españoles siempre han cuidado las relaciones con Marruecos, las tensiones han sido frecuentes. Y ahora acaba de estallar un conflicto que tiene gran gravedad. Unos 8.000 inmigrantes -en una acción tolerada- han entrado en Ceuta a través del mar. La conmoción en la ciudad -y en Madrid- ha sido enorme porque es un hecho de consecuencias imprevisibles que quiebra la normalidad entre los dos países.

Se ha reforzado la presencia de las fuerzas de seguridad, Sánchez ha viajado a Ceuta tras comparecer para asegurar que las buenas relaciones exigen el respeto de las fronteras y que España defenderá las suyas. Y mientras se está procediendo ya a la devolución de una parte de los que han entrado ilegalmente -los niños son caso aparte- la comisaria de Interior de la UE, Ylva Johansson, ha afirmado que las fronteras españolas con Africa son también fronteras europeas.

El conflicto está al rojo vivo y hay que saber los móviles marroquíes. Su embajadora en Madrid, Karima Benyaich, que ya ha sido llamada a consultas, ha dado una pista al decir que "hay actos que tienen consecuencias". Parece aludir así a que desde abril está en un hospital de Logroño el secretario general del Frente Polisario, Brahim Gali, que España acogió por razones humanitarias según la ministra de Exteriores.

Parece pues que la respuesta de Mohamed VI, personaje nada fácil, ha sido permitir -o incluso alentar- a los inmigrantes que quieren saltarse la frontera de Ceuta. ¿Se habría evitado esta crisis si España hubiera tenido en cuenta que la relación con Marruecos es la prioridad, como al parecer indicó el ministro Marlaska? ¿Es lógico que España actúe aún condicionada por el conflicto del Sahara? ¿Debíamos acoger al líder enfermo del Polisario? 

Marruecos no es una asignatura fácil, pero no saber arbitrar entre posiciones legítimas pero incompatibles -Marruecos y el Polisario- no lleva a ninguna parte. Y Mohamed VI, que conoce bien nuestras divisiones internas, las aprovecha. En plena digestión de los resultados de las elecciones de Madrid -y con una relación pésima entre el PSOE y el PP- Sánchez debe afrontar ahora una grave crisis con nuestro vecino del sur. Las desgracias nunca vienen solas. 

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