Covid

Señales de vida

La luz de la primavera y el goteo de vacunas, que por fin se acelera, nos llenan inevitablemente de esperanza

Museo del Prado vacío, poco después de declararse el estado de alarma

Museo del Prado vacío, poco después de declararse el estado de alarma

Carlos Carnicero Urabayen

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Me he vuelto a reunir en Madrid con amigos a los que llevaba casi dos años sin ver. He abrazado a mis padres. He vuelto a comer en un restaurante. Volveré en los próximos días al cine a ver la triste y prometedora 'El olvido que seremos'. He vuelto a viajar cruzando fronteras. Me he fotografiado, con mi hijo en brazos, en el portal de la Calle Mayor en San Sebastián, donde di mis primeros pasos. Hacía sol. Me parece todo una película.

En Bruselas, donde vivo, y también en la gran mayoría de los países que nos rodean, Francia, Holanda o Reino Unido, la vida se ha detenido hasta unos límites que no podíamos ni imaginar. El mundo entero se ha parado, pero en Europa el virus nos ha marcado el paso con especial fuerza. Ahora, las señales de vida, con la luz de esta primavera tan esperada, con este goteo de vacunas que por fin se acelera, nos llenan inevitablemente de esperanza.

Es difícil llamar vida a una existencia sin interacción social. El aislamiento ha sido un remedio necesario, pero una contradicción con los instintos más primarios del ser humano. La existencia se volvió irreconocible, hasta que nos acostumbramos a vivir amenazados por el aire y nos lanzamos abrazos por las pantallas. Y llevamos casi dos años metidos en una gran jaula, con vidas monótonas que se repiten como un gran día de la marmota que no tiene nada de gracia.

Claro que es difícil quejarse en voz alta, echando una mirada a quienes el virus ha machacado de verdad en vida, robándoles a familiares o amigos, cerrando su negocio o robando sus trabajos, de la noche a la mañana. O pensando también en los héroes del covid, los sanitarios que se desviven por nosotros con poca gratitud, más allá de los ecos de los aplausos de las 8, o los operarios de las cadenas de suministro y servicios esenciales, que han mantenido el barco a flote en los momentos más duros.

Pasé el covid en octubre. Me pusieron la primera dosis de la vacuna el 28 de abril. No me tocaba, pero la casualidad hizo el milagro. Me encontré en uno de esos solitarios y enmascarados paseos pandémicos con un viejo amigo, uno de esos desterrados de mi vida por el virus. Me dijo que, en un estadio de un barrio de Bruselas, habían tenido problemas para administrar todas las dosis, algunas se habían desperdiciado, y habían decidido inyectar los brazos a todo el que pasara por allí. 

No tiene mucho interés contar que me siento liberado, como estrenando una nueva vida y con la vitalidad algo desbordada, retomando ahora, por fin, actividades como la escritura. Pero sí creo que merece la pena preguntar en alto cómo va a administrar nuestra sociedad la gran dosis de vitalidad que llega con las vacunas. ¿Cómo transformar esta nueva energía en algo que merezca la pena?

Con los fondos de recuperación de la UE nos jugamos aprovechar la gran oportunidad de reformar y modernizar el país

No se me ocurre mejor herencia para las víctimas y los héroes del covid que tomar nota y tratar de emerger mejores. Merecemos una conversación pública a la altura del tsunami que nos ha pasado por encima. Hablemos, por favor, de lo que vale la pena, como decía hace días un emocionadísimo Carles Francino, al regresar a los micrófonos tras su gran sacudida con el virus.

Tras el espectáculo de Madrid, con una campaña electoral llena de insultos, amenazas y frivolidades de todo tipo, ¿no es suficiente? La deriva polarizadora no conduce a nada, salvo que tuviera como objetivo eliminar al adversario político. La única manera de convivir en la diversidad es aceptar la idea de pactar y llegar a acuerdos con personas que tienen otras ideas.

¿O acaso no llegamos a acuerdos diarios de todo tipo en nuestros trabajos, en los servicios que consumimos y en las cuestiones más domésticas? ¿Por qué aceptar que la política del espectáculo, desvinculada de la complejidad de los problemas y desafíos, pero cautiva de los 'zascas' y ocurrencias, es el estado normal de la discusión pública?

España será el país de la UE que más crecerá en 2021 y 2022, según las previsiones de la Comisión Europea. También ha sido uno de los mas castigados por la pandemia. El revulsivo se debe, en gran medida, a los fondos de recuperación bajo el programa 'Next Generation EU', la mayor movilización de dinero público en la historia de la UE. Nos jugamos aprovechar la gran oportunidad de reformar y modernizar el país. Merecemos una política a la altura.

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