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El barco pirata del Espanyol

Los jugadores del Espanyol celebran el ascenso

Los jugadores del Espanyol celebran el ascenso / CARLOS MIRA

Josep Martí Blanch

Josep Martí Blanch

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El tío Eusebio era del Espanyol. Nadie supo jamás el motivo de tamaña excentricidad. La teoría más común era que en realidad el fútbol le importaba un rábano y que su incondicional españolismo obedecía simplemente a tener algo con lo que joder a la parroquia local los días en los que jugaba el Barça.

Yo no compartía esa explicación. Y me esforcé como sobrino aplicado en buscar motivaciones más nobles para su elección. Y creo que mis argumentos, aun pecando de romanticismo infantil, siguen teniendo hoy un poso de verdad. Para mí que Eusebio era un hombre que veía y sabía cosas que los otros desconocían. Y que era en ese fondo de experiencia, inaccesible a los demás, el lugar en el que habían echado raíces su testarudez y sus rarezas. 

Las patillas victorianas

Mi teoría tenía pocos argumentos. Descansaba principalmente en las enormes patillas victorianas y de un blanco puro que lucía orgullosamente. Parecían sacadas del siglo XIX y, tan pobladas eran, que se comían la mitad de cada mejilla y se alargaban hasta muy por debajo de la mandíbula. 

Que además fuese capitán de yate y que nadie, en ningún bar, le ganase jamás una partida a la morra eran pistas suficientes para entrever que, en cierto modo, estábamos ante un pirata. Y los piratas pueden ser muchas cosas, pero en ningún caso convencionales. Por eso, y no por otra cosa, era del Espanyol. 

'Eusebios' catalanes

Hay muchos 'Eusebios' repartidos por Catalunya, la mayoría con patillas más raquíticas, y que quizá no se han subido a un barco en su vida o que no tienen ni idea de qué es jugar a la morra. Pero eso no les hace menos piratas. Y hoy escribimos, ciertamente con retraso, para felicitarles por la gesta de este año y su regreso a primera división. 

En el fondo, como esta temporada sin público debería borrarse de la memoria y de los archivos, tendríamos que concertar una narrativa en la que el Espanyol ni perdió la categoría ni la ha recuperado. Simplemente escogió un confinamiento un poco más radical que el resto de los equipos para burlar a la puñetera pandemia.

El hábito de hacer chistes

Nos alegramos de tenerlos en casa de nuevo. Otra cosa es que sigamos procurando que su habitación sea la más pequeña y que recuperemos el hábito de hacer chistes con los seis puntos que ya tiene garantizados el Barça el año que viene, o con los otros seis que ya figuran en el casillero del Real Madrid, a cuenta de la generosidad 'espanyolista'.  

Volvamos al registro serio para darle pompa y circunstancia al párrafo final. Llevan razón los pericos cuando se quejan de su excesiva invisibilidad ganen o pierdan. Llegará un día que será más fácil informarse de la liga nacional de petanca que de los blanquiazules. Y, como con tanta marginalidad algunos de ellos se han vuelto muy resabiados, es muy posible que alguno piense que hoy se les felicita en esta columna, no por una sincera alegría nacida de la admiración y el respeto, sino para disimular que el Barça ha tirado la Liga y evitar así tener que hurgar en las heridas que más nos duelen. ¿Y saben qué? Un poco de razón llevan. Pero no toda. ¿Quién es tan aburrido como para querer vivir en un mundo sin piratas?