Fiscalidad

Madrid y sus impuestos

Las rebajas impositivas de las que tanto alardea Ayuso constituyen un nuevo factor de distorsión y un mal servicio a España

Isabel Díaz Ayuso, presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid

Isabel Díaz Ayuso, presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid

Jordi Alberich

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A raíz de las elecciones madrileñas, y tras la contundente victoria popular, ha cobrado fuerza el debate sobre hasta qué punto los menores impuestos constituyen un factor determinante en el dinamismo y capacidad de atracción de Madrid. Una Comunidad que, precisamente, hace de la fiscalidad una de sus grandes señas de identidad. Sin embargo, creo que son otros los factores que permiten entender su pujanza.

Así, la globalización que, desde hace unas décadas, favorece la concentración de poder económico en las grandes urbes, como también ha sucedido en Londres, París y muchas otras metrópolis. Una dinámica que, en el caso español, se vio reforzada por las políticas de José María Aznar que, en unos pocos años, convirtió Madrid en un extraordinario conglomerado político, financiero y económico.

En ese auge, no podemos obviar el notable mérito de los propios madrileños, de la misma manera que debemos achacar a la desorientación y menor ambición catalana la incomprensible cesión de poder económico a Madrid, especialmente en estos años de 'procés'.

En cualquier caso, debe reconocerse que Madrid tiene un modelo. Otras comunidades vamos dando tumbos

Todo ello conforma una dinámica tan compleja como sólida y difícil de revertir, lo que constituye un serio problema para el conjunto del país, que empieza a manifestar una incomodidad generalizada, como bien se refleja en el concepto de la España vaciada.

Así las cosas, las rebajas impositivas de las que tanto alardea Isabel Díaz Ayuso, con una incidencia real menor de la que proclama, constituyen un nuevo factor de distorsión y un mal servicio a España, que padece las disfunciones de tal concentración de personas, instituciones y sedes en su capital. Y tampoco el modelo resulta tan extraordinario para Madrid, a la vista de sus niveles de exclusión social o de deterioro de servicios públicos. Además, sus familias más humildes en muy poco o nada se benefician de una menor imposición que se orienta, esencialmente, a las clases acomodadas. En cualquier caso, debe reconocerse que Madrid tiene un modelo. Otras comunidades vamos dando tumbos