Conflicto en Oriente Próximo

Sheikh Jarrah: Nakba –y resistencia– continuadas

El proyecto colonial israelí recurre a distintos mecanismos de control de los palestinos. La ingeniería demográfica en Jerusalén es un ejemplo

Un palestino camina entre los escombros en Gaza, tras un ataque aéreo israelí

Un palestino camina entre los escombros en Gaza, tras un ataque aéreo israelí

Itxaso Domínguez

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Los acontecimientos de estos días en Jerusalén forman parte de una realidad estructural en la Palestina histórica. Estructural como la violencia, no solo de los colonos sino del Estado de Israel, que pone su maquinaria institucional y fuerzas de seguridad al servicio de la desposesión de un pueblo, que en esta ocasión tomaba forma de amenaza de expulsión en el barrio de Sheikh Jarrah. Estructural es también, inevitablemente, la resistencia de los palestinos, sistemáticamente sometidos al uso de la fuerza por distintos medios. La narrativa hegemónica tiende a clasificar esta resistencia como una demostración de violencia en el marco de un conflicto etnonacional asimétrico. El público se ha acostumbrado a expresiones como ‘enfrentamientos’ o ‘escaladas’.

Tras los ataques sobre Gaza, serán muchos los que retomen el marco de violencia equiparable. Incapaces de encontrar justificación a las acciones de sus soldados y policías antes de la irrupción de Hamás, las autoridades israelís defendían que el contexto era uno de ‘disputa inmobiliaria’. Arrojaron luz, involuntariamente, sobre una realidad incómoda. Alegaban que es necesario echar la vista atrás para entender quién residía en este barrio, hace décadas. Omitieron, sin embargo, gran parte de la información, la que apunta a un contexto de colonialismo de asentamiento, en el que el Estado persigue el objetivo de judaizar aquellos territorios bajo su control, en virtud del mantra ‘máximo territorio posible, con el mínimo de población palestina’.

El proyecto colonial recurre a distintos mecanismos de control de la vida y existencia de los palestinos. La ingeniería demográfica en Jerusalén es un ejemplo. El control se ejerce también en Cisjordania, bajo una ocupación militar que devora territorios y recursos mientras limita continuamente el movimiento de los residentes no judíos. Es una constante en la Franja de Gaza, sometida a bloqueo desde hace más de 14 años. Se hace sentir al otro lado de la Línea Verde, en el propio Israel, donde los ciudadanos palestinos que no fueron expulsados en 1948 gozan de menores derechos. Y es efectivo a lo largo y ancho del planeta, en donde habitan millones de refugiados -también confinados en Gaza y Cisjordania-, imposibilitados de retornar a su hogar por representar una ‘amenaza demográfica’.

El concepto de 'apartheid' no representa ya un tabú cuando se analiza la realidad sobre el terreno, una realidad de discriminación y segregación

Uno de los mecanismos destacados es divide y vencerás, por medio del territorio, pero también la economía y la complicidad del derecho internacional. Miembros del pueblo palestino desde numerosas ubicaciones, en la diáspora y a ambos lados de la Línea Verde, en Haifa, Ramalá, Gaza, Beirut y Toronto, han demostrado estos días que las políticas de fragmentación no han conseguido dividirlos por completo. Muy particularmente, los jóvenes llevan años construyendo acciones 'on line' y 'off line' para luchar contra la colonización rampante, pero también de pedagogía crítica dirigidas al resto del mundo.

Y es que algo está cambiando en la conversación en torno a la causa palestina. El lenguaje que los palestinos llevan años utilizando empieza a permear el mundo académico y político, y la narrativa de la sociedad civil. El concepto de 'apartheid', una de las consecuencias más visibles del sistema colonial, no representa ya un tabú cuando se analiza la realidad sobre el terreno, en el antiguo mandato británico. Una realidad de discriminación y segregación, en la que los derechos de los que disponga un ser humano dependen de su clasificación identitaria y su lugar de residencia. Mientras, la sacrosanta solución de dos estados, destinada únicamente a mantener el statu quo, languidece en comunicados oficiales vacíos de consecuencias, que rezuman equidistancia y se niegan a tomar razón de una aspiración inequívoca de liberación y cambio de paradigma, por parte de millones de palestinos.

Este sábado 15 de mayo se conmemora el 73º Día de la Nakba, periodo entre 1947 y 1949 en el que, al menos, 750.000 palestinos fueron expulsados, con motivo del establecimiento del Estado de Israel. Una Nakba continuada para el pueblo palestino en su conjunto. Una Nakba continuada que representan las colonias en Cisjordania y Jerusalén, sí, pero también, entre otros, los 'checkpoints', los sistemas de permisos, las detenciones administrativas sine die y en parte, también, el silencio de la sociedad internacional.

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