Pros y contras

Querer casar pautas y futuros

Más allá de negociar cargos para el Govern, hay un ruido de cuchilladas fraternales que, como todo el mundo sabe, son las peores.

Negociadores de Junts y ERC en la cárcel de Lledoners

Negociadores de Junts y ERC en la cárcel de Lledoners

Josep Maria Fonalleras

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Los asuntos más complicados tienen, a menudo, una explicación sencilla. Pongamos por caso, las negociaciones para elegir presidente de la Generalitat. Nada nace de la nada: no hablamos sólo de disputas políticas, de tácticas alejadas, sino, sobre todo, de animadversiones y críticas personales feroces, de agravios históricos, de rivalidades casi tribales. Sólo así se entiende el despropósito. "Pagarás por lo que hiciste", dicen unos. Y contestan los otros: "Y tú, más". Más allá de negociar unos cargos, unos presupuestos, un poder o una ascendencia mediática, hay, de fondo, un ruido de cuchilladas fraternales, que, como todo el mundo sabe, son las peores. Un bajo continuo de refriegas y profundas enemistades.

Y, al mismo tiempo, una cuestión de fondo que tanto puede servir para vestir de ideología la bronca íntima como para comprobar que la política catalana hace tiempo que avanza por los mismos senderos. El elogio y mantenimiento de la simbología versus la inmediatez de los hechos concretos y nada heroicos. Negociar un gobierno significa fijar pautas para escribir recto, para gobernar. Las estrategias de futuros orbitan en otra galaxia. Querer casar pautas y futuros es el fracaso que habitamos.

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