Análisis
Jerusalén y la ocupación
La ciudad es escenario estos días de otro episodio de la red de violencias que forma el dominio israelí de los territorios ocupados
Hamas, cada vez más ‘establishment’ palestino, usa políticamente los disturbios por la expulsión de palestinos de sus casas
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
A veces, flaqueo y echo de menos Jerusalén, tan indispensable como insufrible, tan hermosa como invivible. En primavera, cuando la temperatura es calurosa de día y por la noche necesitas echar mano de un jersey fino. O un sábado durante la puesta del sol, cuando la luz dora los callejones de la ciudad vieja, donde se superponen los cantos del fin del shabat, el llamamiento a la oración musulmana y las campanadas cristianas.
A veces, también añoro trabajar de periodista allí, un enorme reto profesional. Como corresponsal, cubrí muchas de las llamadas «espirales de violencia», que es como la prensa y las cancillerías suelen llamar a erupciones violentas como las de estos días. Como tal, describí el (desigual) intercambio de golpes, y me hice eco de los llamamientos de la comunidad internacional a que «ambas partes» muestren contención. Son incontables las ocasiones en que en mis crónicas me referí a una «guerra entre Hamas e Israel», las veces en que informé de las respuestas israelíes a las agresiones palestinas y las que enumeré las amenazas del Estado hebreo después de que alguna milicia palestina hubiera traspasado alguna «línea roja». Con el tiempo, empiezas a comprender las líneas invisibles que unen las diferentes «espirales de violencia». Unes los puntos y ves que tejen una red de violencias que responde al nombre de ocupación.
Lógica voraz
Hacía tiempo que no presenciábamos esta historia de guion tan repetido. Un acto de injusticia (esta vez, la expulsión de sus casas de unos vecinos de Sheikh Jarrah) da lugar a disturbios reprimidos con dureza (cuándo no), que a su vez da a Hamas (cada vez más establishment) la oportunidad política de recordar al mundo que aún existe con el lanzamiento de cohetes, lo que a su vez da pie a un bombardeo israelí (20 muertos esta vez, entre ellos 9 niños) que da paso a otro ataque palestino (dos muertos en Ashkelon) y así hasta que el cálculo político diga que ya basta, y hasta la siguiente. Hoy, ni hay fuerzas ni tejido político entre los palestinos para otra intifada, ni hay presión exterior sobre Israel ni talante interno para detener la lógica voraz de la ocupación.
¿Qué sucede en Jerusalén? Lo de siempre, lo que viene sucediendo desde 1967 (1948, en realidad). Es la red de violencias de la ocupación.
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