Del toque de queda al botellón
La libertad ha muerto
El último logro del PP y de sus medios ha sido apropiarse primero y después vaciar de contenido la palabra libertad, y conseguir así la cobertura ideológica para los botellones de este fin de semana
Ernest Folch
Editor y periodista
Ernest Folch
Las cañas que dieron la victoria a Ayuso se transformaron una semana después en un botellón masivo en media España, confirmando que las elecciones de Madrid las votaban los madrileños pero las sufrían todas las españoles. Sin duda, el gran mérito de Ayuso no es haber arrasado en unas vulgares elecciones regionales sino en ser la primera política capaz de apropiarse, primero, y destruir después este concepto al que llamábamos 'libertad'. No sabemos todavía de quién fue la genial idea de susurrarle al oído que tuiteara la palabra mágica aquel 15 de marzo, pero sí sabemos muy bien las consecuencias que ha provocado: con una sola palabra ocultó su paupérrima gestión de la pandemia, con un 30% más de muertes que en el resto del Estado, con una sola palabra sus medios afines montaron el último aquelarre contra el anticristo Pablo Iglesias y con una sola palabra conquistaron más de 1.600.000 votos.
Una vez conseguido el objetivo, la palabra, ya libre en su libertad, campa a sus anchas por los cerebros cansados de millones de ciudadanos, que decidieron aplicarla a la brava este fin de semana en toda su acepción ayusista: una caña detrás de otra, y algunos incluso sin mascarilla. Asustados por el monstruo que han creado, el alcalde de Madrid salió este domingo a escurrir el bulto: "La libertad no es un botellón". Pero no sufran, porque, el partido y el sistema mediático que logró el milagro de hacer creer que M. Rajoy no era quien era, eludirá sin problemas cualquier responsabilidad en la propagación de la pandemia. Lo que es indudable que ha logrado el PP es vaciar de contenido la palabra 'libertad', confundiéndola con una ronda de cervezas. La izquierda perdió la oportunidad de explicar que libertad es también salvar vidas y en cambio el PP ha explicado muy bien que la libertad es abrir los restaurantes. Y como algunos se creen de verdad que la democracia dirime quién tiene la razón y que los votos han validado las ideas del PP como si fueran la verdad, ya solo queda un reto filológico: muerta la palabra libertad, ¿cómo la llamaremos a partir de ahora?
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