Inculpados
La dedicatoria envenenada de Jordi Pujol
Algunos de sus hijos quizá no se dedicaron solo a gestionar la ‘deixa’ sino a multiplicarla
Rafael Jorba
Periodista. Secretario del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Rafael Jorba
Jordi Pujol i Soley, en la dedicatoria de uno de sus libros, escribía: "A la Marta. A en Jordi i a l’altra Marta. A en Josep, a en Pere i a l’Oriol. A la Mireia i a l’Oleguer" (su esposa y sus siete hijos) Y añadía: "Que no quisiera que fuesen víctimas de mi 'dèria' (idea fija), que es también la suya, y a los cuales en el grado en el que lo hayan sido, les pido perdón".
En aquella dedicatoria Jordi Pujol manifestaba el primer síntoma de culpa, en su etapa de 'fer país', por no dedicarse a su mujer y a sus siete hijos. Se trata de un remordimiento, según el añorado Manuel Cuyàs, que está en el origen de su autoinculpación del 25 de julio de 2014, en la que reconocía la existencia de una 'deixa' (legado) de su padre Florenci, depositada en el extranjero.
Jordi Pujol terminaba su autoinculpación declarándose "el único responsable" y pidiendo perdón a "la gente de buena voluntad" que pudiera haberse sentido defraudada: “Y que esta declaración sea reparadora en lo que sea posible del mal y de expiación para mí mismo”. Culpa, perdón y expiación, en sintonía con su formación católica. Ahora, casi siete años después, ha llegado la hora de la justicia terrenal.
La Fiscalía Anticorrupción pide 9 años de prisión para Jordi Pujol por los delitos de asociación ilícita y blanqueo de capitales que entiende cometió junto al resto de su familia. La mayor pena solicitada es para el hijo primogénito, Jordi Pujol Ferrusola –un total de 29 años–, que gestionaba la 'deixa' familiar. Corresponde ahora a la justicia hacer su trabajo y respetar la presunción de inocencia. Solo Jordi Pujol, con su autoinculpación, la puso en entredicho.
Aquella dedicatoria de Jordi Pujol a su mujer –ha quedado fuera del caso por enfermedad– y a sus hijos resultó envenenada: algunos se la tomaron al pie de la letra y quizá no se dedicaron solo a gestionar la ‘deixa’ sino a multiplicarla aprovechando sus 23 años de mandato. Un dato: al menos dos 'consellers', en distintos momentos, recibieron el encargo del ‘president’ de "vigilar" a sus hijos porque, según sus propias palabras, "yo no puedo".
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