ANÁLISIS

¿Blanco y en botella?: el Real Ayuso

El Real se parece a los demás equipos que desean ganar, aunque con la particularidad de que el Real sólo desea ganar como sea, con los procedimientos que sean, con el tipo de juego o antijuego que convenga

Chelsea Real Madrid

Chelsea Real Madrid / EFE/EPA/Neil Hall

Antonio Bigatá

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De cara a este final de Liga estaremos pendientes del Real, ahora que ha sido eliminado en la Champions. Ante el Chelsea tuvo suerte a chorros, como siempre. Y siguiendo su propia tradición, hizo poco fútbol. Pero por una vez, y pese a que le acompañó todo el partido aquello blanco y en botella que suele ir de su mano, perdió. Fue una novedad. Y nos trajo una esperanza: a lo mejor ha girado para siempre el viento de la historia, a lo mejor a partir de ahora cuándo no haga buen fútbol lo pagará, y es prometedor que ese regreso de la justicia coincida con este disputado final de Liga que trae hoy emociones fuertes.

Esta vez en Stamford Brigde, más cojo, manco, tuerto y reumático que nunca, se encontró inesperadamente con la justicia

Quien consiga explicar racionalmente las razones de que este Real Ayuso tenga tanta suerte incluso cuando cae derrotado como en Londres, merecerá un buen homenaje. Quien encuentre las claves de cómo se puede ser tan grande y famoso practicando habitualmente un juego tan pequeño y discreto, también. En Chelsea fue como uno de aquellos equipos de zona baja que intentan no bajar a segunda sin hacer nada pero con un portero milagroso. Otra vez lo sobrenatural han sido unos toques de Benzema, o una tarjetas no vistas por Sergio Ramos, o un balón infiltrado de forma imposible por Modric o Kroos. Siempre ha habido algo que en sus desastres ha hecho que su moneda cayese en cara. Pero esta vez en Stamford Brigde más cojo, manco, tuerto y reumático que nunca se encontró inesperadamente con la justicia. Vaya susto.

Tengo que explicarles por qué le he llamado Real Ayuso. Dentro de un par de siglos la Wikipedia (o lo que exista entonces) explicará que en nuestro país una señora conquistó una vez el poder escondiendo detrás de la simple, corta y delicada palabra libertad a unos elefantes que eran tan enormes como el gigantesco montón que forman miles y miles de cadáveres de ancianos mal defendidos del covid en geriátricos que dependían de ella.

Lo que dirá Wikipedia

A su escala, si la Wikipedia es ecuánime le recordará a la gente que el Real hacía cosas por el estilo. Todo imagen pero hueco en fútbol. Se parecía a los demás equipos que desean ganar, aunque con la particularidad de que el Real sólo desea ganar, y como aquella señora dedica a ello todos los esfuerzos. A ganar como sea, con los procedimientos que sean, con el tipo de juego o antijuego que convenga, considerando a los árbitros como simple extensión de las puntas de sus borcequíes o de los clavos de la planta de las botas, y entendiendo que los ocupantes de su palco están allí porque han sabido consagrarse a la idea única de ganar en todo y para siempre, sin místicas ni tonterías por el estilo. Sin debates sobre los modelos de juego, por supuesto.

El Villareal encarna lo que Florentino dejaba de lado, al borde del camino, al plantear con sus riquísimos iguales el negocio de la Superliga

La meritoria clasificación del Villareal para la final de la Liga Europea es el mejor contrapunto a las esencias profundas del Real Ayuso. El equipo castellonense encarna lo que Florentino dejaba de lado, al borde del camino, al plantear con sus riquísimos iguales el negocio de la Superliga. Si llamamos a las cosas por su nombre, para determinadas mentalidades que son como las que consiguen títulos gracias a lo que es blanco y va en botella, el Villareal en el fondo sólo tiene como razón de ser y existir para que equipos como el Real tengan delante adversarios a los que machacar en los tiempos muertos en que no han de enfrentarse a los supergrandes de Gran Bretaña, Alemania o Italia.

Los Villareal son rivales a los que se les pueden meter goles y, en cambio, oh maravilla, con los que no hay que repartirse ni gloria ni beneficios. Ante eso, un deseo: que en este final de Liga quienes juegan mal porque consideran que eso no es lo importante no tengan por una vez porteros milagrosos que disimulen sus realidades.