Pros y contras

Ladrones, disfraces y mascarillas

La mascarilla es un disfraz, admitido y promovido por ley

La mascarilla y el ladrón

La mascarilla y el ladrón

Josep Maria Fonalleras

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Tenemos que llevar mascarilla desde mayo del año pasado. Un mes antes, un ladrón perpetró un atraco con el disfraz obligatorio de todo ladrón que se precie: una gorra y una mascarilla. Fue pillado y juzgado, y el ladrón recurrió al Tribunal Supremo y alegó que no se podía aplicar el agravante de uso de disfraz, porque llevaba la mascarilla con la intención (muy plausible) de no contaminar a las víctimas del robo, que ya tenían bastante con el robo como para que, encima, se infectaran de covid. El Supremo le dijo que se equivocaba de fechas y que atracar con mascarilla antes de la obligatoriedad de llevarla (para atracar o para lo que sea) era hacerlo disfrazado. Con ello se deduce, y también lo recogió la sentencia, que atracar con mascarilla (mientras sea obligatorio llevarla en todo momento) no es un agravante sino un deber, porque es más importante el amor al prójimo, que implica evitar contagios, que no la maldad del malhechor, que se esconde tras una mascarilla. La sentencia del Supremo, pues, certifica que la mascarilla es un disfraz, admitida y promovida por ley, eso sí. Los ladrones de toda la vida, los de los dibujos animados, respiran aliviados por una decisión tan favorable a sus intereses.

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