La nota

Dos césares caídos

Iglesias y Rivera fueron promesas de renovación que se han acabado estrellando por la excesiva soberbia de sus liderazgos

Albert Rivera y Pablo Iglesias

Albert Rivera y Pablo Iglesias / José Luis Roca.

Joan Tapia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En 2014 España estaba herida por la gravedad y la duración de la crisis del 2008. Las arengas de Zapatero (hemos superado a Italia, vamos por Francia) se estrellaron ante la peor crisis desde 1929. Al igual que las promesas del PP, que predicaba bajar impuestos y que Cristóbal Montoro tuvo que subir. El hundimiento de las expectativas hizo que en las europeas tuvieran éxito (relativo) Podemos con 5 escaños y Cs con 2. Pablo Iglesias y Albert Rivera se decían la nueva política que iba a salvarnos de los graves pecados del bipartidismo.

Y en las elecciones del 2015, en las que Rajoy perdió la mayoría absoluta, Podemos, que quería acabar con el régimen del 78 y decía que "el cielo no se conquista por consenso", sacó 5,2 millones de votos y 69 diputados frente a los 5,5 millones y 90 del 'viejo' PSOE. El 'sorpasso' parecía inminente e Iglesias, que exigió la vicepresidencia y el control del CNI, votó contra la investidura de Sánchez y forzó la repetición electoral.

Iglesias creía que se iba a comer el mundo, quizás porque la suma de Podemos e IU ya había tenido más votos que el PSOE. Pero en la repetición de junio del 2016 Rajoy volvió a ganar y el PSOE, con 5,4 millones de votos se impuso a Podemos-IU que perdió un millón respecto a los 6,1 que juntos tuvieron en el 2015. Quizás los electores querían a Iglesias para protestar, no para gobernar. ¿Empezó entonces su declive?

Rivera había tejido un acuerdo con el PSOE y luego con sus 32 diputados pactó con Rajoy y se convirtió en la estrella ascendente liberal. El mundo económico le mimaba. En las elecciones de abril del 2019 -ya con Sánchez en La Moncloa tras la moción de censura- quedó tercero con 4,1 millones de votos y 57 escaños. A solo 220.000 votos y 9 diputados del PP. Podía haber formado una coalición social-liberal de nada menos que 180 escaños con el PSOE. Se negó (Sánchez tampoco la trabajó) y prefirió la repetición electoral pensando que habría 'sorpasso' al PP y sería el nuevo líder de la derecha (como Iglesias pensó, desde la izquierda, en el 2016).

Pero los electores castigaron que Rivera no quisiera ser el copiloto moderador de PSOE y Cs cayó en noviembre de 57 a 10 diputados. Rivera dimitió, pero con música de triunfador. Y luego no ha ayudado nada a Inés Arrimadas a reflotar a Cs, que tuvo un gran fracaso en las elecciones catalanas de febrero (cayó de 36 a 6 escaños) y ahora ha desaparecido de la Asamblea de Madrid.

Rivera ya no está y Cs -pese a los esfuerzos de Edmundo Bal- se está ahogando. De éxito en éxito hasta la derrota final.

Iglesias ha durado más. Obligó también a la repetición electoral en abril del 2019 pero luego consiguió el pacto PSOE-Podemos y la vicepresidencia (sin CNI) del Gobierno. Pero es absurdo querer imponer ritmo 'marxistoide' a una España que quiere ser Europa. Dimitió de la vicepresidencia (dice) para salvar a Podemos en Madrid. Lo ha logrado al pasar de 7 a 10 escaños. Pero ha sido el colista y a gran distancia de Más Madrid, el partido de su intimo enemigo Iñigo Errejón.

A la izquierda del PSOE puede haber sitio (Yolanda Díaz, Mónica García) pero con menos teatro y más codos. Rivera está 'out'. O casi. Cs, agonizante. Iglesias quiere otro escenario con 'glamour'. Podemos sigue.

Son dos fracasos fruto de dos muy soberbios liderazgos. Algo habrán aportado a la política española. Lo peor es que no han ayudado nada a reducir la crispación y que el mando sobre los suyos ha sido tan cesarista (o más) que el de los dos grandes partidos.

Suscríbete para seguir leyendo