Tras las elecciones en Madrid

Contra el fatalismo

El Madrid que votó a Carmena lo forma la misma población que ahora revalida a Ayuso. No hay allí, como tampoco aquí, un destino manifiesto

Euforia en Génova

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Mar Calpena

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Como a tantos ciudadanos de a pie, a mí también me ha quedado una extraña resaca después de las elecciones madrileñas, sin haber votado (ni bebido), ni entender muy bien qué lleva a un trabajador precario a votar a quién llama “mantenidos” a los pobres, ni sentirme contenta de una clase media que compra el simplón discurso que confunde libertad con amplios horarios comerciales e ignora los muertos en residencias. Sin embargo, también me han parecido simplón, y además contraproducente, tachar de imbéciles o de fascistas irredentos a quienes votan contra sus aparentes intereses, o rechazando de la idea del bien común. 

Hablamos mucho de la polarización política, pero ¿qué es si no polarización reducir la explicación de fenómenos complejos a explicaciones simples y mutuamente excluyentes? Sí, habrá quien haya votado a Ayuso por convicción, quien lo haya hecho mezquindad, frivolidad o egoísmo, y quien simplemente haya preferido tragarse su discurso, que no contempla alternativa, sobre la recuperación económica. En Cataluña conocemos bien lo de aferrarnos a la “utopía disponible”, como bautizó Marina Subirats a las pulsiones del 'procés'. Ayuso, en puridad, no ha vendido a sus conciudadanos libertad, sino esperanza. Y ellos le han comprado la promesa, aún a sabiendas de que era un coche usado con más de una avería oculta. Así que entre el paternalismo del “aparta, que tú no sabes votar”, y eximir de toda responsabilidad a quienes encumbran libremente –otra vez la manoseada libertad- a una de las peores gestoras pandémicas del país, igual era más productivo preguntarse cómo hacerlos cambiar de opinión. 

La utopía se ha convertido en el gran cebo de la derecha, mientras que la izquierda ha aceptado sumisa el rol de eterno Pepito grillo. El reto para está última está en, sin mentir ni caer en el trazo grueso, plantear nuevos horizontes de bienestar a través del bien común, como hacen por ejemplo los Verdes en Alemania. El Madrid que votó a Carmena lo forma la misma población que ahora revalida a Ayuso. No hay allí, como tampoco aquí, un destino manifiesto, ni hay pueblos irreformables ni democracias especiales. Que se lo pregunten si no a Estados Unidos, que seis meses atrás Estados Unidos eran Trump, y hoy en cambio son ya Biden.