Linchamiento político

A la caza de Pablo

A Pablo Iglesias no le han perdonado ni ser de izquierdas, ni posicionarse a favor del referéndum ni mucho menos que condenara la violencia policial del 1-O: curiosamente, el independentismo nada ha hecho para ayudarle

Pablo Iglesias       David Castro

Pablo Iglesias David Castro / David Castro

Ernest Folch

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Las balas que enviaron a Pablo Iglesias eran en realidad una metáfora de la fenomenal cacería política organizada contra su persona. Por supuesto, él no ha sido ajeno a muchos de sus males, porque al final ha sido víctima, como suele pasar en la izquierda, de la distancia insalvable entre su gran utopía y la dura realidad. Pero es muy ingenuo pensar que a Pablo lo han matado solo sus errores. Porque el Pablo político, efectivamente, puede morir oficialmente este 4-M a manos de Díaz Ayuso, la última en descubrir que disparar contra él y a todas horas era gratis y encima daba réditos.

Pero lo cierto es que ha llegado a esta emboscada final muy malherido: él y su mujer Irene Montero han sido víctimas durante años de un escrache fascista diario y tolerado a la puerta de su misma casa, y el odio que siempre han suscitado sus ideas en contra de la desigualdad y a favor de cambiar el statu quo se volvió radiactivo cuando tuvo la valentía de defender un referéndum pactado para resolver el conflicto catalán, algo que le valió la ira de toda la clase política madrileña, medio Ibex 35 y por supuesto gran parte del 'establishment' mediático.

Nada ejemplifica mejor esta rabia descontrolada, a veces incluso desde el mismo PSOE, que esta terrible frase de Felipe González de hace escasos días: “Podemos es más peligroso que Vox”. Tampoco ha movido por él ni un solo dedo el soberanismo al que echó un cable en su día con su condena a la violencia policial del 1-O: a su caída ha contribuido también el silencio gélido de Waterloo, que nunca ha querido que Pablo les desmintiera su teoría de que todos los españoles son iguales, y la beligerancia de un cierto independentismo que es heredero de la obsesión enfermiza de Convergència contra la izquierda. Unos por acción, otros por omisión, todos han sido cómplices de su linchamiento. Esta confabulación de mediocres, corruptos o simplemente desagradecidos ha terminado por destruir uno de los mayores talentos que ha dado la política española. Al menos que conste en acta.