SOS Europa

Entre rosas y libros, la noticia apenas tuvo eco. Ya ni vemos los rostros, si alguna vez los vimos. Las cifras tienen un efecto efervescente. Impresionan en un primer momento, pero se desbravan al punto en la memoria. 130 personas murieron al naufragar la patera en la que viajaban. Durante 48 horas -48- navegaron a la deriva. Una oenegé las tenía localizadas, pero ni Italia ni Malta ni Libia quisieron rescatarlas. Tampoco Frontex, el servicio de fronteras europeo, respondió al SOS.

Cuando el resultado de la política se traduce en dejar a morir a personas sin prestar ayuda, muchas cosas funcionan mal, peor que mal. Para empezar, una Europa que cede al simplismo. Ese que gana votos exaltando la identidad, convirtiendo al otro en invasor y a una sociedad de acogida, en el imperio del miedo. Te genero el temor, te ofrezco seguridad y, a cambio, me quedo con tus valores, aquello que te hace más justa, más equitativa, mejor.  

La ideología de la muerte no se detendrá en ese mar hambriento, ni en esos rostros que no queremos ver. Se instalará cada vez más fuerte entre nosotros. Dividiéndonos, convirtiéndonos en extraños. Hasta que el egoísmo nos devore.  

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