Pros y contras

La herida

No es solo la economía la que demanda la apertura de las terrazas. Es también una necesidad mental de ir recuperando espacios

Botellon en los Jardines de las Tres Chimeneas.

Botellon en los Jardines de las Tres Chimeneas. / MANU MITRU

Emma Riverola

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A las cinco bajan la persiana, las mesas se vacían y las consumiciones ordenadas desaparecen de las aceras. Pero la vida no se esfuma, al contrario. Grupos de jóvenes y no tan jóvenes se arremolinan en las plazas, alrededor de los bancos, en las escalinatas de algún edificio o en cualquier espacio que lo permita. Para hacer aún más contradictoria -y lacerante- la escena, muchos de ellos llevan en sus manos una lata de bebida, un vaso de plástico o algún bocado comprado en un ‘take away’. La distancia social no está ni se le espera. El buen tiempo invita a reunirse y los datos pandémicos confirman el efecto positivo de las vacunas. 

La reclamación de la apertura de las terrazas ya excede del sector de la restauración. No es solo la economía la que la demanda (una petición más que justificada ante la realidad de las calles), es también una necesidad mental de ir recuperando espacios después de un año traumático. Hablamos de consumo, sí. Pero también de relaciones sociales. El miedo, la pérdida y la soledad han marcado la vida de muchos. Es obligada la prudencia, pero también ir dando aire a una población que acumula una fatiga hiriente. 

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