Firmar

Hay escritores que no soportan el contacto con los lectores y hay quienes lo esperan como agua de mayo. Los hay que mitifican el trabajo oscuro y pausado en una habitación propia y quienes aprovechan días como el de Sant Jordi para salir a la calle y convertirse en ídolos de las masas. Algunos viven con incomodidad la ceremonia y otros estarían dispuestos a matar a su abuela para entrar en la feria de las vanidades. No son mejores escritores los enclaustrados, ni más puros, ni tampoco son mejores los que se exhiben o los que, simplemente, se portan bien y atienden las indicaciones de sus editores para promocionarse.

Los que sufran fobia a las firmas, a partir de ahora lo tienen fácil. En una librería han incorporado el invento de unos brazos robóticos que reproducen el gesto de la firma sin necesidad de un escritor en la sala. Estás en casa, enfrascado en una gran novela y, en un momento de descanso, mientras bebes un té o un vodka, mueves la mano y escribes: "atentamente, para Marisa, que lo disfrutes", y el brazo robótico reproduce la dedicatoria en el papel que Marisa guardará como un tesoro. Y te ahorras todo lo demás. Incluso tener que sonreír a Marisa.

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