Política migratoria de EEUU

¿Por qué teme Joe Biden a los soñadores?

El presidente de EEUU anunció que iba a mantener la ridícula cuota anual de inmigrantes fijada por Trump, 15.000, pero las críticas han hecho que reculara

Menores migrantes no acompañados son transportados en un vehículo de la Patrulla Fronteriza de EEUU tras ser localizados después de cruzar el río Grande.

Menores migrantes no acompañados son transportados en un vehículo de la Patrulla Fronteriza de EEUU tras ser localizados después de cruzar el río Grande. / ADREES LATIF

Alfonso Armada

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El semanario británico 'The Economist' publicó en 2015 una historia que no sé si leyó el nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden: “En 1840 hubo enfrentamientos en San Luis cuando residentes alemanes la emprendieron con irlandeses recién llegados. Lo mismo ocurrió cuando los primeros italianos se presentaron en una ciudad que entonces era considerada como la puerta del Oeste. A finales del siglo XX la irrupción de inmigrantes hispanos y asiáticos volvió a suscitar tensiones que ya resultan familiares”. La cosa no fue muy diferente cuando “miles de refugiados bosnios que huían de la guerra civil en la antigua Yugoslavia se asentaron en San Luis en los años 90 del siglo pasado”. La mayoría eran musulmanes.

Recuerda la revista que “el temor y la sospecha se mantuvieron durante dos o tres años, el tiempo que le llevó a los recién llegados rehacer sus vidas a una velocidad asombrosa. Ibrahim Vajzovic tenía 35 años cuando en 1994 llegó a San Luis con su mujer y tres hijos. En un lapso de seis semanas consiguió un empleo en una imprenta, y rápidamente ascendió a encargado del almacén. En 1999 se matriculó para conseguir el graduado escolar y acabó doctorándose. Hoy es dueño de tres negocios y enseña en la Universidad de Webster. Su hijo es un ingeniero, una hija es abogada en un conocido bufete de Chicago, y la hija más pequeña estudia en la Escuela de Leyes de Harvard”. Gracias a la diligencia de los inmigrantes bosnios “todo un barrio del sur de San Luis, Bevo Mill, se transformó de una zona en la que reinaban el crimen y los edificios abandonados en un distrito decente con pequeñas tiendas y restaurantes con nombres en los que no abundan las vocales”. 

Biden llegó a la Casa Blanca con un discurso que impugnaba el de su predecesor, el extravagante ciudadano Donald Trump, con tres grandes iniciativas: lucha frontal contra la pandemia (es uno de los países donde el ritmo de vacunación es más febril), doblegar la crisis económica (con un diluvio de fondos públicos) y solventar la crisis migratoria en la frontera con México.

El demócrata había prometido una lucha frontal contra la pandemia, doblegar la crisis económica y solventar la crisis migratoria en la frontera con México

En marzo, la Cámara de Representantes aprobó una propuesta para regularizar la situación de cuatro millones de personas, entre ellos 2,3 millones de 'dreamers', migrantes que eran niños cuando llegaron al vecino del norte y cuentan con arraigo. Pero Biden ha empezado a echar agua al vino de sus promesas. Jen Psaki, secretaria de prensa de la Casa Blanca, admite que la situación entre Estados Unidos y México se ha convertido en “un gran problema”. Unos 15.000 jóvenes migrantes no acompañados fueron detenidos en enero y febrero en la larga frontera que corre desde Brownsville y San Diego. En el último año de Trump la cifra ascendió a 37.000. 

Biden criticó la política de Trump de separar a los hijos de inmigrantes sin papeles, y también las formas más inmisericordes de aplicar la ley en la frontera: “Asegurar nuestras fronteras no requiere que ignoremos la humanidad de quienes intentan cruzarlas”. Pero a continuación empezó a cargar la culpa sobre la Administración saliente. La inquietud se desató en sectores demócratas y defensores de los derechos humanos cuando Biden anunció que iba a mantener la ridícula cuota anual de inmigrantes fijada por Trump: 15.000. Las críticas han hecho que reculara: la nueva cifra podría rondar las 62.500 almas prometidas. El 15 de mayo se sabrá cuántos refugiados pasarán a engrosar la maquinaria económica y vital de Estados Unidos, un país construido gracias a la emigración.

Tal vez Rafael Vilansajuan debería hacer llegar a la Casa Blanca 'Las fronteras de Ulises', el libro que acaba de publicar. En su epílogo leemos: “Hay muchísimos argumentos para defender la entrada de los refugiados. Argumentos que desgraciadamente no se están esgrimiendo, pero que acabarán imponiéndose. Solo hay, en cambio, una razón para rechazarlos: el miedo. Un temor irracional que nos debilita como sociedad y nos hace mirar al pasado, cuando la civilización vivía en la trinchera. Un miedo que, por otro lado, en contra de enriquecer y avanzar en los valores de las sociedades civilizadas, nos vuelve bárbaros y nos hace cómplices del crimen, y del sufrimiento y la muerte de miles de personas”. ¿Sabrá verlo así Joe Biden, o volverá con la ciega cantinela del muro y el miedo?

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