La nota

Si fuéramos franceses

Con el sistema presidencialista, Illa o Aragonès serían el nuevo 'president' desde la segunda vuelta celebrada el 28 de febrero

Pere Aragonès, tras la segunda sesión del debate de investidura

Pere Aragonès, tras la segunda sesión del debate de investidura / David Zorrakino / Europa Press

Joan Tapia

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Llevamos ya dos sesiones de investidura fallidas y dos meses desde las elecciones catalanas del 14-F y seguimos sin presidente y con un Gobierno en funciones, que en realidad dura desde enero de 2020, cuando el 'president' Torra dijo que la pasada legislatura ya estaba agotada.

Y no sabemos cuánto durará el tiempo muerto. El límite es el 26 de mayo, cuando se tendría que ir directamente a la repetición electoral. Se especuló que ya habría Govern por Sant Jordi y parecía excesivo. Ahora se dice que después de las elecciones de Madrid del 4 de mayo. Carles Mundó, una cabeza bien amueblada de ERC, escribía el viernes en 'Ara' que las diferencias estratégicas sobre cómo alcanzar la independencia entre los que quieren ampliar la base y los que apuestan por ampliar “l'esquerda” (grieta, hendidura) son conocidas desde hace tiempo. Y concreta que Esquerra defiende la necesidad de “una mayoría más amplia que dé más fuerza política” y que sectores de JxCat creen que no se trata de ser más, sino más determinados.

Mundó concluía que resolver esta ecuación no es fácil y no se logrará en cuatro días, pero que eso no es motivo para seguir sin un presidente electo. Se abría así al planteamiento de algunos dirigentes de JxCat que han hablado de investir a un Gobierno en minoría de Pere Aragonès. Pero es difícil pensar que Puigdemont, en Bruselas, vea bien un Ejecutivo catalán en el que su partido no esté en la Generalitat sino en la oposición. ¿En nombre de quién hablaría entonces Puigdemont? ¿Del tercer grupo parlamentario catalán?

Parece pues que seguiremos en este largo interregno hasta que JxCat decida si prefiere un acuerdo final con ERC o ir a nuevas elecciones. Lo más lógico es que haya acuerdo, pero JxCat no tiene prisa. Prefiere alargar el proceso para lograr en el último momento el pacto más beneficioso.

Mientras, el independentismo ha lanzado un nuevo eslogan: “el embate democrático”, que está en el acuerdo ERC-CUP y que JxCat ha asumido. Mientras profundizan en el embate, es legítimo que imaginemos qué habría pasado si Catalunya tuviera, por ejemplo, un sistema presidencialista como el francés. En ese caso el 14-F habría sido la primera vuelta y habrían quedado eliminados todos los candidatos -entre ellos Puigdemont- excepto los dos primeros.

Y en 15 días se habría celebrado la segunda vuelta entre Salvador Illa y Pere Aragonès, el segundo más votado. Y el ganador de este duelo a dos sería el nuevo presidente. ¿Illa o Aragonès? El que hubiera tenido más votos de los electores de los otros partidos de su propio campo.

Con el presidencialismo francés, Catalunya tampoco habría resuelto la división en dos mitades de sus ciudadanos -quizás el principal problema que arrastramos-, pero como mínimo desde el 28 de febrero ya habría un nuevo 'president' que tendría legitimidad y autoridad.

Claro, se trata solo de una especulación porque Catalunya no tiene un régimen presidencialista y además, como no ha sido capaz de elaborar una ley electoral propia -una de las competencias que le otorga el Estatut-, se debe continuar rigiendo, 41 años después, por la ley electoral española.

Pero si los políticos soberanistas debaten sobre el “embate”, pese a que su deber es elegir un presidente, es legítimo e incluso conveniente que reflexionemos -aunque sea por un día- sobre qué habría sucedido si fuéramos franceses. Tendríamos 'president' desde el 28 de febrero y un Govern que podría encarar las crisis que sufrimos y el diálogo con el Gobierno de España. No estaría nada mal. 

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