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Rosa María Sánchez
Rosa María SánchezRedactora jefe
Premio Carlos Humanes de Periodismo Económico 2020. Máster Universitario en Investigación en Periodismo por la Universidad Complutense, en 2023. Profesora en el Título de Postgrado Especialista en Información Económica de la Universidad Nebrija. Colaboradora en RNE.
A Irlanda le tiemblan las piernas
La decisión de EEUU de apoyar un impuesto mínimo para las multinacionales puede arruinar la competencia desleal del país del trébol

Dublin (Ireland), 27/06/2020.- (FILE) Irish Finance Minister, Ireland's Fine Gael party member Paschal Donohoe, waves at the media as he arrives at the Convention Centre in Dublin, Ireland, 27 June 2020 (reissued 09 July 2020). / EFE/EPA/AIDAN CRAWLEY
Desde el 2003, Irlanda se lanzó a una carrera a la baja en el impuesto de Sociedades, convertido en el principal motor del crecimiento de su economía, a costa de jibarizar los ingresos de sus socios -sí, socios- de la zona euro.
Con una clara praxis de ‘dumping fiscal’, dentro de un proceso de digitalización de la economía como el actual, Irlanda ha logrado captar las sedes en Europa de las principales multinacionales al calor de un impuesto de sociedades de apenas el 12,5%, que se acerca al 0% en acuerdos como el de Apple. Frente a esto, en España y en la media de los países desarrollados rige un tipo nominal del 25%. El país del trébol lleva años haciendo caso omiso a las exigencias del resto de sus socios europeos de volver a la arena de una competencia leal. Los mecanismos de gobernanza de la UE asisten al país celta: sin unanimidad no es posible cambiar las reglas fiscales en la zona euro y cualquier intento de armonización se topa con el ‘no’ de Dublín.
Con su política tributaria, Dublín no solo ha restado ingresos millonarios a sus socios. Además ha alentado una alocada carrera a la baja del impuesto de sociedades en los países desarrollados, donde la tributación de las corporaciones no ha dejado de perder un peso que se ha desplazado hacia la renta y el consumo de las familias. Según la OCDE, el impuesto de sociedades ha bajado más de una cuarta parte desde el 2000.
Ahora a Irlanda le tiemblan las piernas. El apoyo de EEUU a los trabajos de la OCDE para establecer una fiscalidad mínima para las multinacionales en todo el mundo y para que al menos una parte del impuesto de sociedades se abone en los países donde se obtiene el negocio (y no solo donde está la sede) puede hacer tambalear la estrategia desleal de Irlanda. Si un solo país decide aplicar un gravamen adicional sobre el beneficio obtenido en su territorio se enfrenta a un cerrojazo de la inversión extranjera. La cuestión cambia si la inmensa mayoría se pone de acuerdo para aplicar un impuesto directo sobre el negocio obtenido en sus respectivos territorios por las multinacionales tecnológicas. Y si es así, se esfumará la ventaja comparativa que ha estado exprimiendo en los últimos años a costa de sus socios. No es de extrañar que su ministro de Finanzas, Paschal Donohoe, a la sazón presidente del Eurogrupo, haya expresado sus «reservas», por el daño que ello podría hacer a la competitividad de la economía. La suya, claro.
(Posible juego final de palabras: sustituir Irlanda por Madrid; zona euro, por España; sociedades, por sucesiones, patrimonio o IRPF y Donohoe por Isabel Ayuso).
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