Mundo paralelo
Folclóricas y políticos
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
El otro día veía un documental que hay en Filmin sobre el escritor Francisco Umbral, 'Anatomía de un dandy', y la curiosidad me llevó a buscar sus viejos artículos de la transición, tan madrileños y tan chelis. Los publicaba en 'El País', en una sección titulada 'Diario de un snob', y leyéndolos me di cuenta de algo. Hace décadas que una buena parte de la sociedad española vive pendiente de la vida de las folclóricas y los toreros —Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Belén Esteban— y, cuando esta fuente se agota, recurren a su descendencia para perpetuarse. Entre todos saben reinventarse para avivar el fuego, aunque sea en una cadena que vive del pudridero como Tele 5.
Siguiendo la idea que me provocó Umbral, también me di cuenta de que en Catalunya, a falta de folclóricas autóctonas, este espacio de la vida pública es ocupado por los políticos. Sobre todo a lo largo de esta última década. Vaya por delante que muy a menudo su actividad es desencadenada por la versión judicial de las folclóricas españolas: unos tribunales que alimentan odios personales y filtran documentos secretos, unos jueces que se transfieren la vocación (y la ideología) de padres a hijos, y esbozan una sonrisa cuando dictan sentencias brutales. Con este trasfondo perverso que los condiciona, no pasa día en que los políticos catalanes y sus intrigas electorales no salgan en la tele, llenen las tertulias, aireen desavenencias, ensayen reconciliaciones o hagan aspavientos que luego han de desmentir. Como en el caso de las folclóricas, también, es como si al detectar el cansancio de la población, renovaran el interés con una desavenencia inesperada, una purga dentro del propio partido, una declaración de intenciones que haga prever un final feliz...
Con los años, a medida que se alejaban de la realidad cotidiana, las folclóricas y compañía se han convertido en una telenovela, algo que ya les va bien. Por eso es relevante ahora mismo el asunto que ha desencadenado Rocío Carrasco respecto de su exmarido y exguardia civil Antonio David: porque sitúa el conflicto en el plano de la realidad más cruda y mundana. Por alejado que nos parezca, podría ser un aviso para los políticos catalanes: si no se apuran y se hacen cargo de la realidad en que vivimos, se acabarán convirtiendo en una ficción, un mundo paralelo.
En esta línea, ahora que estamos cerca de Sant Jordi, seguro que como cada año alguno de nuestros políticos publicará un ensayo literario, quizá incluso una novela de misterio. (Y no me refiero a los presos políticos, que tienen todo el derecho a reflexionar, defenderse o denunciar su situación injusta.) Este tipo de libros oportunistas pueden verse como un intento de desmarcarse del grupo y defender un prestigio individual, pero más allá de la publicidad instantánea —ganarse el puchero—, los políticos deberían saber que sus textos son a menudo tan previsibles que no contribuyen a mejorar su imagen y, cuando de verdad se dejan leer y son buenos, la tentación del lector es creer que se lo ha escrito otra persona.
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