Conocidos y saludados

Una experiencia religiosa

Pere Aragonès durante el segundo debate de investidura en el Parlament.

Pere Aragonès durante el segundo debate de investidura en el Parlament. / Ferran Nadeu

Josep Cuní

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Que la primera sesión de investidura para elegir al próximo President de la Generalitat se celebrara el Viernes de Dolores hubo quien lo entendió como un mal presagio. Lógico. En el ritual católico tradicional y popular, ya no en el canónico, el también llamado Viernes de Pasión se entiende como el inicio de la Semana Santa. Refleja el sufrimiento que espera a María a los pies de la cruz donde clavarán a Jesús. Un 'Stabat Mater' que los grandes compositores quisieron reconocer con docenas de celebradas creaciones y cuya letra Lope de Vega adaptó al castellano describiendo en verso «cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena». Pero no fue. Y sin concretar a quien le hubiera correspondido el papel de quien, la metáfora buscó otro acomodo. 

Lo normal hubiera sido que, según el reglamento, la sesión fallida tuviera su segunda oportunidad dos días después. Se dijo que Laura Borràs, flamante presidenta del Parlament, tomó partido. Y entendió de manera interesada que al necesitar los suyos, actuales y potenciales socios, más tiempo de negociación para salir victoriosos y revertir su inicial abstención podía interpretarse que las jornadas debían ser hábiles. O sea, laborables. Y como si nunca antes no se hubieran habilitado festivos, se optó por el martes siguiente. Se desterraba, de paso, la coincidencia con el Domingo de Ramos. Y para que no se relacionase la posible proclamación del candidato con una entrada triunfal entre palmas, vítores y olivos en un Jerusalén imposible que escondiera su posterior y asegurado calvario, se concretó la revisión para un día aparentemente neutro. Pero ya no quedan jornadas amorfas en el vía crucis catalán. Y no se tuvo en cuenta que es en esa fecha cuando el evangelio recuerda una fatídica advertencia: la del nazareno avanzando a sus discípulos que uno de ellos lo traicionará y otro le negará tres veces.

Que Pere Aragonès García (Pineda de Mar, 16 de noviembre de 1982) tampoco consiguiera su propósito no invalida la casualidad. Al contrario. Que Esquerra Republicana haya tenido que esperar ochenta años para poder recuperar la Presidencia de la Generalitat es otro signo de su devenir. Y mantenerse en el círculo negociador independentista, insistir en buscar la solución solo en él y viendo como son de incompatibles las relaciones en algunos aspectos de las políticas económicas y sociales de los tres actores imprescindibles, parece obvio que obligará a alguien a traicionar alguno de sus principios. Y ya no digamos si las circunstancias que hoy ninguno de ellos osa contemplar llevaran a romper su cordón umbilical. Si, además, algo produce especial repudio en la Catalunya penitente es ser considerado un Judas, a quien corresponda la deslealtad le tocará negarla tantas veces como lo hizo Pedro. Mientras, cantará el gallo de la evidencia. Y en estas andará la negociación a partir de ahora. Con la evangélica advertencia sobrevolando un proceso marcado por un constante «sí pero no» ya percibido en la posición de Junts per Catalunya esta semana.

Una manera genuinamente convergente que Jordi Pujol supo administrar con la habilidad ahora repudiada. Quizás por esto sus herederos disimulan mientras entonan aquella copla de Concha Piquer que insistía: no me llames Dolores, llámame Lola.

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