El escenario poselectoral

De señores y 'masovers'

No solo Junts quiere tener a ERC como satélite. También los 'comuns' tienen el reto de no orbitar en torno al PSC

Jessica Albiach

Jessica Albiach / Kike Ricón/Europa Press

Joan Tardà

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No debe de resultar fácil en el mundo nacionalista asumir que una fuerza republicana y de izquierdas esté en condiciones de presidir el Govern en detrimento suyo. Que no haya pasado desde los tiempos de la Generalitat republicana convierte el hecho en singular. Jordi Pujol, que también fue padre fundador del Régimen monárquico del 78, construyó un movimiento político capaz de gestionar la Administración catalana en competencia con el socialismo, convertido en el segundo eje en torno a los cuales giró la Catalunya autonómica. Una cultura de poder creciente, fruto de haberlo ejercido a lo largo de décadas, que generó un sentimiento intangible de patrimonialización del país. Entre la sentencia de Marta Ferrusola -"és com si ens haguessin entrat lladres a casa"- a raíz de la conformación del primer Govern tripartito hasta la resistencia actual a reconocer la nueva realidad producto del 14-F transitan décadas de acción política durante las que el planeta nacionalista había estado trabajando en convertir al republicanismo en su satélite. Razón por la cual no debe extrañar que cuestionen el liderazgo de un republicanismo predispuesto a la confluencia con las izquierdas, a primar el diálogo en Madrid y Barcelona y con un relato fundamentado en el 'ganaremos la independencia si somos más y tocamos de pies en el suelo'.

Dialéctica de señores y 'masovers' o, dicho de otro modo, de planetas y de satélites, lo que, inevitablemente, pone también al descubierto el rol del socialismo, el otro planeta del Sistema Transición. Durante décadas, salvo la experiencia tripartita que comportó la puñalada a Pasqual Maragall pactada en Ferraz entre Zapatero y Artur Mas al abrigo de la devaluación del texto estatutario, el socialismo catalán se afana en poseer un satélite propio.

Efectivamente, desde 1979, cuando consiguió el generoso 50% de los primeros gobiernos municipales de izquierdas tras el pacto con el PSUC, aunque ni mucho menos habían puesto las mismas energías ni el mismo peso que los comunistas en el movimiento vecinal y antifranquista, hasta el retorno al gobierno municipal de Barcelona a raíz del acuerdo a tres bandas con Ada Colau y Manuel Valls, el socialismo catalán había sido capaz, entonces, de mantener la Luna ICV, y ahora la de los 'comuns', absorbiéndoles los restos del 'big bang 15-M'. ¡No está nada mal! Reflejo de un hecho incuestionable: la cultura del poder no desaparece de manera repentina en quien la ha ejercido de manera permanente. De hecho, está tan presente que incluso pueden actuar sin complejos a la hora de cuadrar círculos aparentemente contradictorios, tal como se ha evidenciado con el pacto entre Junts per Catalunya y PSC en la Diputación para cerrar el paso al republicanismo, y de aplicar a los 'comuns' la misma medicina aplicada hace décadas a los poscomunistas.

Albiach no ha aprovechado la coyuntura de entrar en el Govern y contribuir a dejar en un papel no determinante a JxCat

De ahí el desasosiego que genera que Jéssica Albiach acepte un rol tan secundario. Que no aproveche la coyuntura para participar en un Gobierno de frente amplio con otras fuerzas para desplazar el centro de gravedad a la izquierda y convertir a Junts por Catalunya en una fuerza gubernamental no determinante. Contribuir, en definitiva, a un proyecto de reconstrucción social, de amnistía y de referéndum pactado en clave progresista.

Oportunidad perdida, que políticos como Gerardo Pisarello o Joan Carles Gallego no se sienten como 'consellers' junto a los de ERC, de la CUP y de Junts. Qué reduccionismo argumentar una incompatibilidad absoluta con Junts, el programa electoral de cual cuenta con menos propuestas de inspiración liberal que el de Pedro Sánchez. ¿Dónde está la lectura gramsciana que remarca los beneficios de la conquista de espacios de libertad y de poder, que por otra parte Pablo Iglesias no ha obviado? ¡Qué envidia el coraje político del líder de Unidas Podemos para tratar de arrastrar el PSOE, al que calificaba de casta, hacia escenarios de gobernabilidad de corte socialdemócrata a fin de lograr el bien superior de unas condiciones más favorables para avanzar!

Por ello, me viene a la cabeza el debate sostenido hace años con dirigentes de Izquierda Republicana cuando reprochaban al republicanismo catalán permanecer (según ellos) supeditado a Jordi Pujol. Resultaba patético que lo denunciaran desde un acelerado proceso de desaparición del partido de Manuel Azaña y desde una profunda invisibilidad del republicanismo español. Todo ello, en contraposición al largo camino iniciado en Catalunya hacia la superación del nacionalismo y hacia la hegemonía republicana.

Ahí está la disyuntiva de En Común Podem. O el reto arriesgado de priorizar la conquista de todas las soberanías o la confortabilidad estéril de quien se conforma a ir tirando al abrigo de la luz de los demás.

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