Pros y contras

Ruedas dentadas

Rocío Carrasco

Rocío Carrasco / ARCHIVO

Josep Maria Fonalleras

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Siempre que veo un programa de entretenimiento de los llaman del corazón (un festival de chismes, susurros y puños americanos) pienso que no se trata sino de una monumental construcción ficticia en la que se trata de remover la superficie para que la mierda que hay en el fondo emerja bajo el control del guión. Y pienso que no hay sino falsedad, y que los que intervienen, cuando firman el contrato que les obliga a desollar vivo a quien sea, también admiten que ellos mismos serán víctimas del monstruo, es decir, que también pasarán –por contrato– por el cadalso donde serán sacrificados.

Un día, uno de los colaboradores es acusado de todo, y llora y brama y dice que ya no se droga o que ya no fornica y pide perdón. Y la semana siguiente vuelve al plató como si nada y, cuando toca, ataca salvajemente un compañero, que de eso se trata. Por eso pienso que incluso una denuncia tan terrible como la de los malos tratos (como ocurre estos días con la hija de una cantante) no es más que una banalización del crimen, porque forma parte de un mecanismo oscuro y mezquino. Un engranaje amoral en el que solo importa que las ruedas dentadas avancen, enredadas unas sobre las otras.

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