España en el espejo de EEUU

Lecciones de Obama

Algunas de las situaciones que explica en sus memorias pueden trasladarse a nuestro país

Barack Obama en una imagen de archivo.

Barack Obama en una imagen de archivo. / El Periódico

José A. Sorolla

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En el primer tomo de sus interesantísimas memorias, ‘Una tierra prometida’ (Debate, 2020), Barack Obama repasa temas como la toma de decisiones de un presidente, la cuestión racial, las campañas electorales, sus relaciones con los militares y con otros dirigentes, la política exterior, la moralidad de las guerras, la reforma sanitaria o la Gran Recesión y reflexiona sobre la democracia.

Una democracia que ya en la época que el expresidente aborda (2008-2011) estaba dominada por la polarización, es decir, que no ha sido Donald Trump quien ha inventado la crispación y la división del país, sino que la fractura viene de antes, al menos del Tea Party y de la deriva del Partido Republicano hacia posiciones que desbordan el conservadurismo clásico y se internan por el túnel de las ‘fake news’ y la mentira como arma política. Obama se percata de que los mítines de Sarah Palin –lo más parecido que ha habido a Isabel Díaz Ayuso, igual de ignorante y atrevida– y del Tea Party colonizaban al Partido Republicano: “Una reacción emocional, casi visceral a mi presidencia, independiente de cualquiera diferencias políticas o ideológicas que pudieran existir. Era como si mi mera presencia en la Casa Blanca hubiese desatado un pánico muy arraigado, la sensación de que se había perturbado el orden natural de las cosas”, escribe. Y al leerlo no podemos dejar de pensar cómo esos mismos sentimientos se pueden apreciar también en este lado del Atlántico, en la política española, sin ir más lejos.

Teorías conspirativas

Aunque nadie ha superado a Trump en mentiras, las ‘fake news’ ya existían antes, a propósito, por ejemplo, de la reforma sanitaria de Obama, a quien se comparaba con diversos animales y con Hitler y se le representaba vestido como un hechicero africano con un hueso en la nariz. “Abundaban las teorías conspirativas: se afirmaba, por ejemplo, que mi proyecto de ley de atención sanitaria establecería ‘equipos de la muerte’ para evaluar si las personas merecían tratamiento o no (…); o que beneficiaría a los inmigrantes ilegales”, escribe Obama. ¿No recuerda esto a algunas de las cosas que escuchamos por aquí cuando se debate sobre la eutanasia o la inmigración?

De la descalificación no se libraba ni la política exterior. Al contrario, era utilizada como arma de política interior: “Una victoria política en el extranjero (…) podía convertirse en una derrota (…); unos mensajes que hacían prosperar nuestros intereses y ayudaban a generar entendimiento en el extranjero ahora podían conllevar toda una multitud de dolores de cabeza políticos en casa”, señala Obama. La traslación a lo que ocurre con la política exterior de España según quién la examina es clara. El PP y sus medios minimizan y ridiculizan los éxitos en el exterior si el protagonista es Pedro Sánchez, y viceversa.

Nosotros y ellos

El Partido Republicano y sus medios fomentaban el relato de nosotros y ellos con este razonamiento: “El Gobierno estaba despojando del dinero, el empleo, las plazas universitarias y el estatus a las personas como nosotros, que se lo habían ganado gracias a su arduo trabajo para dárselo todo a gente como ellos: quienes no compartían nuestros valores ni se esforzaban tanto como nosotros”, describe Obama. ¿Quién puede negar que la perversa división entre nosotros y ellos está presente en toda la política española y específicamente en la catalana?

La negación del otro, el desprecio y el ensañamiento con quien abandona la trinchera son características de esta política. Obama explica el caso de Charlie Crist, gobernador de Florida, un republicano moderado que aceptó presentarlo en un acto y apoyó el plan de recuperación económica en la Gran Recesión poniendo a la gente por delante de los intereses del partido. El presidente lo abrazó y le dio una palmada.

“Pobre Charlie. ¿Cómo iba a saber que aquel gesto de dos segundos iba a acabar siendo un beso de la muerte en términos políticos para él?”, se pregunta Obama, que relata cómo la foto del abrazo proliferó en los medios conservadores y “en cuestión de meses Crist pasó de ser una estrella republicana a un paria”, tuvo que presentarse al Senado como independiente, fue derrotado y solo pudo regresar a la política cambiando de partido. Conclusión: “Si cooperáis con la Administración Obama, ateneos a las consecuencias”.

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