Restricciones por el coronavirus

Angela Merkel, la Semana Santa y el vino

La cancillera ha sido retratada en sucesivos encuentros políticos internacionales crispada, agotada, enojada, con una gestualidad más suelta que nunca, todo un símbolo del poder noqueado ante la realidad endemoniadamente variable que nos hace sentir frágiles y desorientados

angela Merkel

angela Merkel / EFE/ EPA/Clemens Bilan

Carol Álvarez

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Una foto antigua de la cancillera alemana se ha movido estos días por las redes sociales, que le han dado una segunda vida virtual pero sobre todo simbólica. Angela Merkel aparece en una instantánea retratada en un pasillo con barandilla, copa de vino en mano, con una expresión que se adivina hastiada pero a la vez determinada a seguir adelante. ¿Es realmente ella la de la foto, granulada por el efecto del Zoom? ¿Y es su larga sombra la que se proyecta en la pared?

Se tomó hace muchos meses, antes de la pandemia, en un descanso de alguna cumbre o reunión política de las que hemos visto tantas. Aún no existía la pandemia, pero que la foto vuelva a nuestros timelines, esa conexión que tenemos con la realidad que nos rodea, no es casual y no deja a nadie indiferente.

Angela Merkel en un receso en unas conversaciones de emergencia por una crisis política en Alemania

Angela Merkel en un receso en unas conversaciones de emergencia por una crisis política en Alemania / Efe

No es la primera foto de Merkel que nos hace un guiño inesperado y viral. Al poco de estallar la pandemia, y ya con medidas de confinamiento, la canciller fue "cazada" en un supermercado haciendo la compra. En su carro se distinguían claramente 4 botellas de vino y un rollo de papel higiénico. La oleada de empatía que generó aquella instantánea no era una respuesta a sus políticas, sino a su pura humanidad. La misma humanidad que le hacía disculparse esta semana al desdecirse apenas 24 horas después de fijar un confinamiento de 3 días en Alemania. '"Pido perdón", dijo con gesto compungido, consciente del desconcierto que generan este tipo de bandazos en la respuesta política al desafío del virus. Unas disculpas que están en las antípodas de las que hizo famoso Juan Carlos el rey emérito, cuando dijo aquello de  'lo siento mucho, me he equivocado,  no volverá a ocurrir", y se refería a una cacería en Botswana en un viaje privado con una amiga, un accidente y un lío sideral. 

Se dirá que la lideresa de la política europea podría estar ya de vuelta de todo. No repetirá mandato, no tiene que ganarse al electorado una vez más. Pero le queda la ambición de dejar una huella en la historia en esta larga despedida que protagoniza.

La Merkel atribulada, y de nuevo, carros y carros de fotos que la han retratado en sucesivos encuentros políticos internacionales crispada, agotada, enojada, con una gestualidad más suelta que nunca, son todo un símbolo del poder noqueado ante la realidad endemoniadamente variable que nos hace sentir pequeños, muy pequeños, frágiles, pero a la vez con la determinación de abrazar asideros que nos  propulsen un día más, y otro y así hasta que superemos la crisis. Quién no está desbordado, desorientado, con la cabeza embotada de ideas contradictorias, difusas.

Nuestro circuito mental está al límite. Salir o no salir en Semana Santa, hacer o no hacer planes, seguir recomendaciones de epidemiológos y luego pasarlas por el tamiz de tu vida, de tu responsabilidad, de las necesidades de tu burbuja, poner límites a tus burbujas...y con ganas de perderse en el fondo de una copa de vino mientras las burbujas se disipan unos instantes. 

Ahí está la foto de Merkel, el virus, la Semana Santa, y el vino. Sin olvidar los riesgos del exceso de consumo de alcohol, el sector del vino es de los que mejor sobrellevan los estragos económicos de la pandemia. Nunca una foto de archivo nos representó tanto.