Dura confesión

Tonta, gorda y mala madre

El testimonio de Rocío es muy importante: para ella puede tener un efecto liberador, pero también puede actuar como catalizador para que otras mujeres pidan ayuda

Rocío Carrasco

Rocío Carrasco / Telecinco

Sílvia Cóppulo

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Tonta, inútil, gorda, loca, mala madre o hija de puta son insultos graves y descalificadores. Duelen y merman la propia autoestima de quien los recibe, hasta acabar asumiéndolos como verdades incuestionables. La maltratada queda destrozada y se siente culpable. El maltratador sonríe: ha ganado. Mañana, más.

Salió Rocío Carrasco en Tele 5, en una docuserie titulada 'Contar la verdad para seguir viva'. El testimonio de la hija de la tonadillera Rocío Jurado y del boxeador Pedro Carrasco fue seguido por millones de personas. Las redes se llenaron de mensajes de apoyo con el hashtag #yosítecreo. Estoy segura de que es cierto que su exmarido, el exguardia civil Antonio David, le agarró del pelo hasta darle con la cabeza en una mesa, amén de insultarla cada día. Y la entiendo cuando asegura que después ella le justificaba y perdonaba una vez más. La paradoja es que, a mayor violencia, mayor dependencia.

Creo que el testimonio de Rocío es muy importante. Para ella, puede tener un efecto liberador; pero, sobre todo, puede actuar como catalizador para que muchas mujeres se atrevan a pedir ayuda, y den el paso a soltarse de la dependencia emocional que les une a sus verdugos en formato de pareja. Cierto es que el canal, después del capítulo de Rocío, explota los maltratos con otros contenidos de puro 'show' de pornografía sentimental, pero aplaudo que hayan despedido de todos sus programas al maltratador marido. 

Cuando empezamos los primeros estudios con mujeres maltratadas, un dato sorprendente emergió: el porcentaje de mujeres maltratadas física y psíquicamente en manos de sus parejas es idéntico en todas las clases sociales y niveles económicos y culturales. Acaso, en los más altos, los hechos están revestidos de mayor sofisticación

Ante los balbuceos, contradicciones y lagunas mentales que llenan las declaraciones de las mujeres maltratadas, solo cabe la comprensión. No hilvanan bien los relatos, porque inconscientemente reprimen el recuerdo para aminorar el dolor. Solo hay que saber hacer algo muy, muy importante: escucharlas con atención y repetirles con ternura “yo sí te creo”.