APUNTE

La sutil revolución

Koeman ha demostrado que en el fútbol a veces bastan dos pequeños retoques para provocar grandes cambios

Los jugadores del Barça celebran uno de los seis goles en Anoeta.

Los jugadores del Barça celebran uno de los seis goles en Anoeta. / Vincent West / Reuters

Albert Guasch

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Joan Laporta ha venido a arreglar la desestructurada economía pero, como aventó allá donde se le escuchó, también a divertirse. El pelotón de directivos y ejecutivos con que se dejó acompañar en su primer desplazamiento oficial constató aquello de que cuantos más seremos más reiremos. Y el equipo de Koeman no le estropeó el viaje. Al contrario. Le puso música y una tormenta de confetis.

Jornada de muchos aniversarios (Alba, Griezmann y el propio entrenador) y juego para soplar velas y cantar. El Barça se ha convertido sobre el campo en un consistente festival de la alegría. Quién lo iba a decir hace cuatro días. Jugadores a los que no hace mucho había que vender o jubilar, ahora animan velada tras velada.

Uno piensa, por ejemplo, en Busquets y Alba, a los que unos cuantos socios musitaban que había llegado la hora de regalarles una placa por los servicios prestados y desde que Koeman le hizo un tuneado al sistema han florecido de forma inopinada. El cambio del dibujo, que ha embellecido las prestaciones también de De Jong, ha evidenciado que en el fútbol a veces uno o dos retoques sutiles bastan para provocar una revolución.

Al fin hubo remate

La formidable goleada de ayer en Anoeta consolida la candidatura del Barça a la conquista de la Liga ante un Atlético que tartamudea últimamente. Ha perdido el hilo de su discurso, pese a su victoria tan apurada ante el Alavés, mientras que en el equipo azulgrana fluye todo. Funciona la presión, el control del juego, la progresión de los laterales y Messi se mantiene en su galaxia.

Nueve victorias seguidas fuera de casa son muchas y Koeman era anoche un hombre orgulloso. Por fin vio la efectividad que tanto ha reclamado. Lo mismo que el argentino, que vivía su propia celebración, el jugador que más veces se ha puesto la zamarra azulgrana, haciendo lo de siempre, la rutina de regalar asistencias y goles.

No constan imágenes de la efusividad de la celebración de Laporta y su extenso entorno. No hace falta. Se da por descontada. La exuberancia del fútbol barcelonista invita a la fiesta.