Feminismo

La colina que escalamos

En un mundo laboral donde el acceso no es igual para todos, se han de blindar lugares para que no los ocupen siempre los que llegan por inercia

Amanda Gorman

Amanda Gorman / ALEX WONG

Maria Rovira

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Hace unas semanas, un ilustrador publicó en Twitter que se había encargado del dosier especial sobre el 8 de marzo de un diario. Cuando le pregunté si no habría sido más coherente que el trabajo lo hubiera realizado una ilustradora, él me dijo que hasta entonces no se lo había ni planteado pero que estaba muy de acuerdo. Otra gente, en cambio lo veía absurdo y discriminatorio. 

No puedo entender que la persona que decidió quien lo ilustraría no viera en ningún momento la ironía amarga de todo esto. Una publicación especial sobre liderazgo femenino, la situación e la mujer en el mundo del deporte, el menosprecio de las curas, el efecto Matilda en la ciencia… donde se desaprovecha una ocasión clara y directa para brindar una oportunidad laboral a una trabajadora. Es un gesto pequeño y puntual, pero no cosmético. Cosmético es como queda el dosier.

Según datos de 2018 de la Associació Professional d’Il•lustradors de Catalunya, solo dos de cada diez mujeres se pueden dedicar exclusivamente a ilustrar y cobran de media un 42% menos que sus compañeros hombres. Los dosieres especiales están muy bien, sí. Pero si tenemos que escoger, preferimos trabajo.

En el 2019, Mireia Boya pidió en Twitter que le propusieran nombres para encontrar a la persona que ilustraría la portada de su libro, 'Trencar el silenci'. Especificó que buscaba una mujer sin trayectoria consolidada, con talento y preferentemente de Ponent o Pirineus. Recibió muchas candidaturas entusiastas y también indignación: “Discriminas”. Ella respondía que sí, que efectivamente se trataba de una discriminación positiva. 

En un mundo laboral donde el acceso no es igual para todos, se han de blindar lugares para que no los ocupen siempre los que llegan por inercia. Un trabajo así supone dar dinero, visibilidad y confianza a alguien que, sobra decir, también está capacitada para hacerla. Es un gesto político para revertir una situación injusta. Como el de la poeta Amanda Gorman asignando su obra ‘The Hill We Climb’ a “una traductora de perfil activista y preferiblemente negra”. ¿Discriminación? Positiva. ¿Injusticia? Por poco que os fijéis encontraréis por todas partes, pero no aquí. Catalogarlo de caza de brujas es una falta de perspectiva.

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