Bronca y derechos

Señales de alarma

Una pulsión cainita se ha apoderado de la política sin que nadie parezca apercibirse de que ese camino nos lleva al despeñadero

La portavoz del Ejecutivo regional y líder de Ciudadanos, Ana Martínez Vidal, y el presidente de la Comunidad y líder del PP, Fernando López Miras, en una imagen de archivo

La portavoz del Ejecutivo regional y líder de Ciudadanos, Ana Martínez Vidal, y el presidente de la Comunidad y líder del PP, Fernando López Miras, en una imagen de archivo / Asamblea regional de Murcia

Carles Francino

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El presidente de Murcia, Fernando López Miras, llama “enemigos de los murcianos” a los dirigentes de la oposición, que a su vez le acusan a él de corrupto y a los tránsfugas de “chorizos”. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, frivoliza -y polariza- hasta la náusea con su lema electoral de “comunismo o libertad”. Pablo Iglesias desciende de los cielos del gobierno al barro de la campaña para erigirse en la versión posmoderna del “no pasarán”. En Catalunya los ultras del independentismo -hay muchos independentistas que, afortunadamente, no lo son- siguen repartiendo carnés de patriotas o traidores, según les sople el viento. Podría seguir con la lista, pero no merece la pena. Una pulsión cainita se ha apoderado de la política sin que nadie parezca apercibirse de que ese camino nos lleva al despeñadero. ¿Toda la política? ¡No! Como la aldea gala de Astérix, algunos proyectos resisten para mejorar la vida de los ciudadanos, no para complicarla ni encabritarla. España ya es el quinto país del mundo que regula la eutanasia con una ley a la que podrán acogerse personas que padezcan una enfermedad grave y crónica o incurable que les provoque “un sufrimiento físico o síquico constante e intolerable”.

La ley llega muy tarde, víctima de la presión nacionalcatolicista que empezó hace quince años con la atroz campaña de infamias y acoso contra el doctor Montes y otros médicos del hospital Severo Ochoa, de Leganés. Y después, cuando ya parecía encarrilada, por el aquelarre político del último lustro. Pero finalmente ha llegado y es una conquista indiscutible. La España de la bronca, pionera en derechos. Por cierto, ahora que ya podremos morirnos sin padecimientos innecesarios, tal vez lo próximo sería orquestar un plan que proteja la salud mental de los españoles para que puedan acudir al médico, como le sugirió a voces el otro día a Iñigo Errejón un diputado del PP, de cuyo nombre no quiero acordarme. Está visto que la osadía de la ignorancia es insuperable. Y es otra señal de alarma de hasta dónde llega la degradación. Una más.

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