EXPLORACIÓN ESPACIAL

Crónicas marcianas

De las lágrimas de Carl Sagan a la alegría del Mars Perseverance Rover en el planeta rojo

El 'Perseverance' explora la árida superficie de Marte

El 'Perseverance' explora la árida superficie de Marte / Nasa / Reuters

Jordi Serrallonga

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Ray Bradbury, en sus 'Crónicas Marcianas', escribió sobre terrícolas llegados a Marte. Antes, y a la inversa, otro genio de la ciencia-ficción recreó una 'razzia' de marcianos que visitaban la Tierra con fines también colonizadores: 'La Guerra de los Mundos' de H.G. Wells. Este se inspiró en descubrimientos astronómicos de finales del siglo XIX. Y es que Giovanni Schiaparelli, ayudado por modernos telescopios –mucho se había evolucionado desde los catalejos fabricados por su compatriota Galileo Galilei– observó una compleja red de canales en Marte. Jamás habló de vida inteligente en el planeta rojo, pero otros quisieron verlo así. Por ejemplo, Percival Lowell. Fascinado por la civilización marciana, mandó construir su propio observatorio en Arizona. Los canales debían llevar agua desde los casquetes polares de Marte hasta grandes metrópolis.

Finalmente, Lowell hubo de admitir que tan confuso mapa de acueductos no era obra de ingenieros ni picapedreros alienígenas, sino un «espejismo». La vista engaña. De hecho, Josep Comas i Solà, primer director del Observatori Fabra (1904), ayudó a desmitificar el sueño de Lowell. ¿Qué había ocurrido?

Siento atracción por Marte, y acabé en la Associació Astronòmica de Barcelona (Aster), entonces en Passeig de Gràcia. En casa, armado de un modesto telescopio refractor de 60mm, supe cuán difícil era disfrutar de una buena calidad de cielo. En este sentido, la ubicación del Lowell Observatory era infinitamente más privilegiada que la mía –un bloque de pisos en L'Hospitalet–, y el costoso telescopio norteamericano, más eficiente; pero también tenían sus problemillas.

Iniciaba los estudios de bachillerato, y todavía imberbe me dirigí a la Reial Acadèmia de Ciències i Arts; la bibliotecaria no daba crédito: el mocoso quería todo lo catalogado sobre Marte. Allí se almacenaban valiosos tesoros y necesitaba permiso del director del Observatori Fabra. Redacté una larga carta y Josep Mª Codina Vidal me recibió en la Academia. Preguntó qué buscaba: «todo», repetí. Solicité las publicaciones de Schiaparelli y Lowell (también escribí a Arizona y ¡me respondieron!). Pero, sobre todo, ansiaba las cartografías marcianas de Comas i Solà. Tenía en mente un experimento: colocar los mapas a una cierta distancia, observarlos con un pequeño telescopio y provocar turbulencias (con la estufa casera o una vela encendida) entre el aparato óptico y el planeta rojo de papel. La intención: simular lo que pudo confundir a Lowell. Una mezcla de caprichos ópticos con el deseo de querer ver más allá de lo que realmente percibían sus ojos. Con el concurso de turbulencias, una mala transparencia atmosférica y el cansancio del ojo, nuestro cerebro puede acabar uniendo manchas, o puntos separados, con una línea. Lowell, convencido de que documentaba la obra civil de listos extraterrestres, delineó canales que, inconscientemente, trazaba su mente.

El cosmólogo Carl Sagan también soñó con vida inteligente fuera de la Tierra. De ahí su novela 'Contact', la misma que, llevada al cine, protagonizó Jodie Foster en el papel de la Doctora Eleanor Arroway. No haré espóiler, pero Ellie topa con señales que, en su faceta biológica más simple –pequeños microorganismos fósiles o vivos–ya quisiera haber hallado Sagan cuando la sonda 'Viking Lander' se posó en la superficie marciana en 1976.

El bioquímico Joan Oró dirigía los experimentos sobre la composición del suelo y, durante una de nuestras animadas charlas en su domicilio barcelonés, me explicó algo que jamás olvidaré. Sagan, en la NASA, esperaba nervioso. Analizaron los primeros resultados y Carl apareció en la puerta: «Joan, dime que en Marte hay vida». Oró respondió que no habían dado con evidencias; se fundieron en un largo brazo y el risueño Sagan lloró. Hoy, con el Mars Perseverance Rover paseándose por el planeta rojo, seguro que ambos amigos estarían amorrados ante un monitor las 24 horas; acompañados de Lynn Margulis, Comas i Solà, Schiaparelli y todos los que se acercan a la genial exposición del CCCB: 'Marte. El Espejo Rojo'.

Dicen que el apodo del rover, 'Percy, es un diminutivo de Perseverance, pero prefiero pensar que alguien se acordó de un perseverante soñador: Percival Lowell.        

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