Un futuro hipotecado
Jóvenes, pobreza y covid
No todo es causa de la pandemia, los jóvenes llevan mucho tiempo con problemas muy severos de inserción en el mercado de trabajo
Josep Oliver Alonso
Catedrático de Economía Aplicada (UAB) y codirector de EuropeG.
Josep Oliver Alonso
La inquietud social, que se manifiesta en la agitación callejera de hace unos días o en las colas del hambre de los últimos meses, define un triste aniversario del covid. Pese a ello, sería un error considerar que estos problemas derivan del choque de la epidemia. Y ojalá fuera así, porque en este caso el horizonte pospandémico sería más optimista. Porque, junto a la pandemia, y como destacábamos hace unos días, operan otras razones presentes desde hace años y, en particular, los negativos efectos de la globalización y el cambio técnico. Por ello, comprender qué parte es achacable al covid y cuál a tendencias de mayor profundidad no es tema menor, no fuera que equivocáramos el diagnóstico y, con él, las posibles soluciones.
En este orden de ideas, parece que ha sido ahora que se ha descubierto que nuestros jóvenes lo tienen mal. Pero, lastimosamente, su situación no es nueva en absoluto. En todo caso, y respecto de su intolerable tasa de paro, la historia de los últimos 40 años es cansinamente repetitiva: a la que hay recesión, brutal alza del desempleo de los jóvenes y, a continuación, histéresis. Es decir, perpetuación de un elevado nivel más allá del choque inicial de la crisis.
De hecho, y aunque no fue hasta 1981 cuando la tasa de paro de los menores de 35 años alcanzó un máximo del 22%, hasta finales de los años 90 se mantuvo en registros incluso superiores. La expansión de los 2000 permitió una cierta mejora temporal, pero a la que estalló la crisis financiera, el desempleo juvenil volvió a encaramarse a niveles estratosféricos y, tras modestas mejoras justo antes del covid, el pasado año regresó de nuevo al 24%. De hecho, la media de las tasas de paro de los últimos 40 años de los menores de 35 años se sitúa ¡en un insoportable 25%!
En las manifestaciones y algaradas de hace unos días, los medios han destacado la notable juventud de sus participantes. ¿Su situación es hoy peor? Tomando como aproximación a ese colectivo, el grupo de 16 a 24 años, desde mediados de los años 70 su tasa de paro se ha situado sistemáticamente por encima del 36%, y aunque en 2020 se alcanzó el 38%, hay que recordar que ese nivel fue inferior al de la década 2009-19 (un ¡44%!) o al de los años 1981-99 (39%).
La media de las tasas de paro de los últimos 40 años de los menores de 35 años se sitúa ¡en un insoportable 25%!
En suma, nuestros jóvenes llevan mucho tiempo con problemas muy severos de inserción en el mercado de trabajo, reflejo de una formación inadecuada, puro fracaso escolar y ausencia de movilidad territorial, a lo que hay que añadir el excesivo peso de la contratación temporal. ¿Alguien recuerda hoy las revueltas estudiantiles de finales de los años 80 y el famoso ‘cojo manteca’? Les recomiendo una pasada por internet para refrescar la memoria.
Y, en lo tocante a pobreza, ¿qué ha añadido el covid? Vaya por delante que lo sucedido es una catástrofe; y que nada puede ocultar el drama que viven hoy demasiadas familias: pobreza energética, alimentaria, habitacional, ocupacional y, lo que es peor, sin expectativas de futuro. Un horizonte difícil de imaginar, por más que uno intente ponerse en su situación. Pero la pobreza no es nueva en nuestro país, ni ha sido la pandemia su única causa.
En la última estadística que la mide, la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) correspondiente a 2019, las cifras eran, ya entonces, simplemente espantosas: la población pobre en España alcanzaba al 25% del total, es decir, unos 12 millones. De ellos, en el entorno del 5% (casi 1 millón), tenían carencia material severa, mientras que cerca del 27% de los menores de 16 años vivían en un hogar pobre. Les ahorro lo que ello puede implicar para la educación de esos niños: es difícil imaginar que familias con todo tipo de carencias puedan contribuir adecuadamente al éxito académico de sus pequeños. Quiere ello decir, simple y llanamente, perpetuación de la miseria: los niños pobres de hoy son los padres pobres del mañana.
Lo dicho, la epidemia está siendo un verdadero diluvio que todo lo arrasa. Pero que no tiene lugar en el vacío, sino que se suma a una delicada situación: en lo tocante a juventud y pobreza, antes del covid teníamos formidables retos que la pandemia no ha hecho más que agudizar. Porque, como en una enfermedad crónica, cuando las circunstancias empeoran, emergen peligrosos brotes. ¿Diagnóstico? El covid pasará. Pero los problemas de los jóvenes y de la pobreza, no. Estaban ahí, y ahí continuarán. Como tan acertadamente escribió Monterrosso (1959), en su famosísimo cuento, ‘Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí’.
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