Apunte
Y no tiene ni carril bici
La voluntad y el liderazgo que se han manifestado con los ejes verdes del Eixample se echan de menos para acometer la reforma de la Rambla
José Carlos Sorribes
Periodista
Que su arteria más icónica siga pendiente de reconversión es la metáfora más clara de las indefiniciones y pasos titubeantes en el modelo de ciudad que debe definir a la Barcelona de la pospandemia. Que si nada volverá a ser como antes, que si la inflación turística era insostenible (que lo es), que si la ciudad debe proyectar otro discurso más allá del dichoso turismo…, pero la reforma necesaria, casi urgente, de la Rambla sigue acumulando días de retraso, como bien recuerda el marcador ubicado encima del Café de la Ópera.
Un poco de hemeroteca. El 2 de noviembre de 2018, la teniente de alcalde de Urbanismo Janet Sanz presentó en un marco tan noble como el Liceu el anteproyecto de reurbanización ganador del concurso internacional para la reforma. Llevaba la firma del equipo km-ZERO y la cara de la exconcejal Itziar González. Y una pequeña aclaración: se presentaba más de un año después de que se hubiera anunciado el ganador. Motivo más que fundado para sospechar que la reforma no se iba a iniciar, como se dijo en el coliseo lírico, entre finales de 2019 y principios de 2020. Y, encima, llegó la bomba del covid-19.
Tampoco el anuncio de este martes –el informe favorable de la comisión de gobierno del proyecto ejecutivo de obras– será el acelerón que precisa el proyecto. Ese pliego de intenciones, poco más, ha costado de consensuar como lo demuestra las dos convocatorias de prensa anuladas para hacerlo público. Y es que sorprende que la velocidad con que se emprenden otras obras públicas en la ciudad, la mayoría de menor envergadura es cierto, no tenga correspondencia en el paseo. Pero la voluntad y el liderazgo que, por ejemplo, se han manifestado con los ejes verdes del Eixample se echan de menos en este caso. Ha quedado claro que las vías perpendiculares al mar, la Rambla y también su vecina de la Via Laietana, resultan más peliagudas de transformar.
Toda reforma debe pasar por el máximo consenso político y social en la redefinición de un paseo que debe recuperar al ciudadano barcelonés que lo había abandonado por el 'overbooking' turístico. Por no tener, ese ciudadano hoy no tiene ni carril bici para atravesarla.
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