Fuego amigo

Legislatura 'hardcore'

El asalto de Borràs a Torrent es en realidad la previa de la brutal embestida que JxCat prepara a ERC dentro del futuro Govern

Laura Borràs, elegida nueva presidenta del Parlament

Laura Borràs, elegida nueva presidenta del Parlament / ACN / JOP VERMEULEN

Ernest Folch

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Que nadie se engañe: el despecho de Borràs a Torrent en su discurso de investidura, ni siquiera citando a su antecesor, no tiene nada que ver con la mala educación, sino con una estrategia política perfectamente diseñada. La nueva presidenta se encargó de recordar que Torrent, durante su mandato, “no había preservado la inviolabilidad del Parlament” en alusión a la no investidura de Puigdemont. El trasfondo de esta ofensiva es que Roger Torrent fue, durante la pasada legislatura, el gran muro de contención que el independentismo pragmático y pactista construyó para parar al radicalismo: si Borràs ahora lo ataca desde el primer minuto de su mandato, es para dejar claro que no renunciará a la estrategia de confrontación y que, como ya ha dicho literalmente, Puigdemont es el “presidente legítimo”, una manera nada sutil de reventar desde dentro la autoridad del propio Pere Aragonès.

En política no hay casualidades: la entronización de Borràs ha coincidido con el rescate de Puigdemont, que exhibe que vuelve a tener un peón controlado y de lujo en el tablero, y con la reaparición de Quim Torra menospreciando también a Aragonès. Y es que el asalto de JxCat al Parlament es en realidad la previa de la brutal embestida que prepara a ERC dentro del mismo Govern, y anticipa una legislatura ‘hardcore’ incluso más caótica que la que acabamos de vivir, porque no habrá paz hasta que el independentismo desempate y uno de los dos partidos someta definitivamente al otro.

A estas alturas, excepto cuatro almas cándidas, ya todos sabemos que este fuego amigo no es por ninguna independencia, sino por el descarnado reparto de poder de una autonomía menguante de un Estado en crisis. La agresividad de Junts ha dejado una vez más aturdida a ERC, sin peso específico en la súbita implosión de la política española, y empujada a negociar el futuro Gobierno en situación de extrema debilidad. Pere Aragonès deberá decidir si quiere resistir solo y con dolor en el centro del tablero o dejarse llevar por la mano fría de JxCat hacia los confines estériles de la confrontación.

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