La tribuna

Sujétame el cubata

Díaz Ayuso era una presidenta buscando una excusa para adelantar las elecciones. Que los socialistas no tuvieran lista una censura preventiva nutre la idea del calentón y agua la tesis de golpe maestro

Casado, Ayuso y Almeida

Casado, Ayuso y Almeida / JOSÉ LUIS ROCA

Antón Losada

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Viendo los acontecimientos extravagantes que se van convirtiendo en normales en la política española, sus inverosímiles giros de guion y esa interminable sucesión de 'cliffhangers' a que nos vemos sometidos, parece legitimo preguntarse si estamos ante la obra de gigantes que algún día serán leyenda en bufetes y consultoras, o ante una apoteosis del cuñadismo que ya dura demasiado ¿Las cosas tan raras que nos pasan suceden porque alguien las ha imaginado y depurado sus impactos con finura del estratega o solo conforman una sucesión de rabietas y ocurrencias guiadas por la misma lógica de los piques en las comidas familiares? España ¿es el país de mundo con más Maquiavelos por habitante o el paraíso del cuñado pidiéndote que le aguantes el cubata antes de anticipar las elecciones?

Que PSOE y Cs llevasen semanas negociando lo de Murcia con discreción ilustra la exuberancia del maquiavelismo en nuestra política. También que los socialistas estuvieran dispuestos a renunciar a la presidencia para dividir a la derecha, explotando el miedo de los naranjas a la opa popular. Sin embargo, haber ejecutado la moción de censura pensando que lo que pasa en Murcia se queda en Murcia, sin calcular que soltaban una bomba de racimo que debían detonar o desactivar, abona la tesis del cuñadismo como gran motor de la política española. 

No se necesita saber mucho de estrategia para saber que Díaz Ayuso era una presidenta buscando una excusa para adelantar las elecciones. Que los socialistas no tuvieran lista una censura preventiva nutre la idea del calentón y agua la tesis de golpe maestro. En Murcia se fueron calentado querella a querella, en el PP pensaron que a los naranjas no les quedaba otra que tragar y estos creyeron que el PP cedería y algo les darían. Cuando quisieron darse cuenta, se les había ido de las manos. 

La berlangiana puesta en escena del adelanto electoral en Madrid apunta también al cuñadismo. Ayuso sueña con la mayoría absoluta de Núñez Feijóo, pero ni siquiera cuando más bares y terrazas liberaba le han concedido las encuestas más de tres escaños de ventaja sobre un PSOE que no tiene ni candidato. No acaban ahí las malas noticias. Puede hacerse un Salvador Illa: ganar, pero quedarse sin gobernar. Aunque quien de verdad se la juega es Pablo Casado. La derrota se la anotarán a él y la victoria le pertenecerá de Ayuso. No es casual que los dos barones que más resisten sus intentos de hacerse con el control territorial del partido hayan corrido a presumir de sus amistades naranjas. 

Los socialistas han ganado la presidencia de Murcia para Ciudadanos, si es que no se extravía algún voto camino de la censura. Pero ahora se ven abocados a ganar y gobernar en Madrid como sea, para no obtener un 'lose-lose' en vez de un 'win-win'. Sin candidato claro, con sus socios potenciales a derecha y a izquierda a la baja, pretendiendo rematar a su rival, pueden haberle regalado un tonel de Kriptonita; justo ahora que Pedro Sánchez se va a poner a repartir miles de millones cada mañana desde Moncloa.

Ayuso anticipa una campaña de nacionalpopulismo sin complejos: madrileños de verdad son ella y sus votantes; si no eres ella o uno de sus votantes, entonces eres un enemigo del pueblo y un enemigo de Madrid. Un discurso que todos sabemos que funciona, pero nadie sabe bien cómo desmontar. Si les parecía haber presenciado demasiado electoralismo a costa de la pandemia, prepárense, aún no han visto nada. En su contra juega una regla no escrita de la ciencia política: siempre que se convocan elecciones para ganarlas, no resulta raro acabar perdiéndolas.

A todo esto, sumen lo imprevisible del comportamiento de unos electores a quienes, si les dan a elegir entre socialismo y libertad, seguramente escojan que alguien les aclare cuándo les tocará vacunarse, si habrá verano este año o si tendrán un trabajo esperándoles en septiembre. Maquiavelo murió hace mucho tiempo y descansa en paz. Antes o después, la gente se cansa de que, habiendo tantos genios y estrategas, sean incapaces de gestionar los resultados haciendo política y únicamente se les ocurra devolver el problema a los ciudadanos una y otra vez, hasta que voten como es debido. 

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