Pros y contras

Yo, traductor

Amanda Gorman, durante la toma de posesión de Joe Biden.

Amanda Gorman, durante la toma de posesión de Joe Biden. / AFP / ALEX WONG

Josep Maria Fonalleras

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Carner tradujo mucho y también pensó qué significaba traducir: "la mejor manera de leer una obra". Recalcó, por ejemplo, que un traductor con personalidad influye en las obras traducidas. Resulta, sin embargo, que el concepto de "personalidad" ha cambiado desde entonces, y ahora ha derivado hacia la completa identificación entre autor y traductor. La moda, si podemos llamarla así, ha llegado a Catalunya. Víctor Obiols traducía 'The hill we climb', el largo poema con el que Amanda Gorman saltó a la fama al leerlo en la toma de posesión de Joe Biden. Ya no puede hacerlo. Los agentes de la joven poetisa no quieren que el traductor sea un hombre blanco, sino "una mujer con perfil de activista y, a ser posible, de origen afroamericano". Esta obsesión atenta contra el sentido común y contra la propia esencia de la literatura. No podemos traducir nada, se entiende, si no comulgamos del todo con las circunstancias personales del escritor, si no somos de su raza o no tenemos su perfil político. Si no somos, al fin, Él. O Ella. En el fondo, pues, nada es traducible, excepto en el caso que el autor viva y conozca todas las lenguas del mundo. Entonces, no habrá problema.

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