Un viaje al infierno

El papa Francisco oficia una misa cerca de Mosul

El papa Francisco oficia una misa cerca de Mosul / AFP / VICENZO PINTO

Rafael Vilasanjuan

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No es un viaje más. A falta de otros líderes mundiales que abran caminos mas allá de la realidad de sus países, el Papa Francisco se ha aventurado hacia el lugar más hostil. Desde hace dos décadas, Irak, el epicentro de todas las batallas, es la brecha más profunda del supuesto choque de civilizaciones que impregna de odio medio mundo. Una visita a los infiernos cuando la pandemia todavía restringe los viajes y las heridas entre fanatismos religiosos lejos de cerrar siguen supurando en forma de extremismos y violencia.

Francisco ha querido hacer escala en el punto más caliente del planeta, para recordar, en tiempos de polarización, que las religiones no deberían convertir la convivencia humana en un infierno y que la hostilidad, el extremismo y la violencia no forman parte de ninguna de ellas. 

Visto desde aquí el mensaje apela a la lucha contra el terrorismo extremista y el islam más radical, a las atrocidades y el acoso del ensañamiento con los cristianos en Mesopotamia que ha llevado a la huida de más de un millón de ellos hacia el Kurdistán, algunos incluso hacia Europa. 

La represión hacia esta comunidad ha sido feroz, en mayor medida en los lugares donde las milicias del Estado Islámico lograron gobernar. Musulmanes contra cristianos, violencia contra los hombres y esclavitud de las mujeres, pero también musulmanes contra musulmanes anteponiendo una idea arcaica de la religión para someter a toda la población al yugo de los radicales. 

Un viaje en dos sentidos

El papa Francisco ha lanzado una crítica apasionada contra el extremismo, donde las religiones no sean campo de batalla sino de encuentro. Un viaje en dos sentidos. En la ida, en su visita a los paisajes del antiguo testamento, para apoyar a los 250.000 cristianos que todavía resisten, apelando a quienes someten a esa minoría que vive desde tiempos bíblicos en la región. En su regreso, el Papa debería apelar también a acabar en occidente con ese otro infierno extremista donde la islamofobia criminaliza a la inmigración.