8-M

Feminismo pendiente

La pandemia ha empeorado las condiciones de vida de las mujeres, porque si eres una de las últimas partes del eslabón, cuando viene una crisis, eres la primera en caer

Mujeres y precariedad

Mujeres y precariedad

Ana Bernal-Triviño

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El feminismo sirve si soluciona los problemas que muchas mujeres deben afrontar. Y si no se logra, perdemos todas. Por un lado, porque entonces esas mujeres más afectadas nunca identificarán que ahí están sus derechos, que el feminismo es la única vía para conseguir nuevos o demandar la aplicación de los que ya están en las leyes. Por otro, porque sirve de baza para que partidos de ultraderecha insistan en sus campañas de desprestigio contra el propio movimiento. 

He conocido este año a mujeres que acudían a menudo a bancos de alimentos. Su preocupación inmediata era pensar qué poner para comer ese día, al menos, para sus hijas o hijos; o encontrar un trabajo porque ahora están en la cola del paro. Las que ya estaban en una situación delicada, han visto que han empeorado aún más. Y ninguna de ellas sentía (y así me lo trasladaban) que estaban siendo escuchadas ni ayudadas. Los suelos pegajosos estaban ya de antes solo que ahora, lo que se ocultaba más bajo la alfombra, ha salido a la superficie.

Los que decían que la igualdad ya existía, con la pandemia del covid-19, han descubierto, como nuevas, algunas violencias contra las mujeres. No lo son. Otra cosa es que no se les diera relevancia, pero el feminismo y las mujeres que lo padecían siempre hablaron de ellas. Solo que no las escucháis. Ahora esas personas insisten en que esa situación no es por un sistema que subordina a las mujeres, sino por una "casualidad".

A quienes sostienen esa teoría habrá que recordarles las cifras. No es casualidad que de los cuatro millones de personas en desempleo, la mayoría (la diferencia es de más de 600.000 personas) sean mujeres. Tampoco que ellas acumulen la mayoría de los contratos temporales, que una de cada cuatro haya renunciado a todo o parte de su trabajo para cuidar, que las trabajadoras del hogar internas se hayan visto confinadas y sin derechos, que más del 75% de las personas que cuidan a dependientes sean mujeres, o que haya aumentado el riesgo de pobreza de las familias monoparentales, donde la mayoría están encabezadas por madres solteras.

No es casualidad que las más afectadas por el desempleo, las más prostituidas y con condiciones de vida más precarias sean las mujeres

No es casualidad que las más olvidadas, las prostituidas sometidas a explotación sexual, sean mujeres, que en la mayoría de las agresiones sexuales (grupales o no) las víctimas sean mujeres y menores, o que los síntomas de ansiedad, angustia o depresión hayan sido mayoritarios en nosotras. No es casualidad que el grupo que más ha aumentado como personas sin hogar durante la pandemia sean mujeres, entre ellas, víctimas de violencia de género, según Cáritas; con el peligro añadido de que están más expuestas a agresiones sexuales en la calle. Como tampoco lo fue que las llamadas al 016 aumentaran un 60% en abril de 2020, ni que las consultas online aumentaran más de un 200%.

La pandemia ha empeorado las cifras, que es empeorar las condiciones de sus vidas. Si eres una de las últimas partes del eslabón, cuando viene una crisis, eres la primera en caer. Porque el sistema no está pensado para nosotras y porque nuestra sociedad no es feminista. Y las consecuencias son muy duras: seguir en relaciones de maltrato porque no hay dinero para afrontar un divorcio ni se puede romper la dependencia económica, empeorar la salud física y mental, la brecha salarial en aumento con la pérdida que conlleva en las futuras pensiones, menor crecimiento profesional, rechazar la maternidad o ralentizar el avance de los derechos de las mujeres y niñas. No solo aquí, sino en todo el mundo, donde muchas de ellas han dejado de tener acceso a la educación y han aumentado los matrimonios forzosos de esas menores. 

Esto no es casualidad, es sistémico. Esto no es problema de una minoría. Las mujeres somos la mitad de la población. Y no solo merecen techo y comida, también merecen las rosas. Vivir, en una palabra. Hace días hablaba con Itziar Prats, la madre de Castellón cuya ex pareja asesinó a sus dos hijas en 2018. Con su proyecto 'El latido de las mariposas' intenta fomentar la igualdad. Me confesaba que nota el apoyo de la gente, pero no tanto cambios reales, que “son muy lentos”. Y tiene razón. Demasiado lentos para el día a día que hay que afrontar. Todas estas cifras tienen una explicación: que el feminismo sigue pendiente. Y que su aplicación es urgente

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