Y se mueven

No sé si hace tiempo que funciona, pero, en cualquier caso, hace poco que sé que existe. Una persona, en Twitter, emocionada, colgó fotos en movimiento de sus padres y sus abuelos. Gente, en algún caso, que él no había podido ver moverse porque, cuando nació, ya estaban muertos y no tenía ninguna filmación que certificara su existencia. Fotos antiguas que una aplicación que se llama Deep Nostalgia convierte en minúsculas parcelas móviles de la evocación. Una nostalgia profunda que emerge no de la contemplación estática de una imagen en tonos sepia, sino de la ilusión de una sonrisa esbozada, de unos ojos que se abren y se cierran, de una ligera inclinación de la cabeza. Tentado por esta magia, yo también lo he probado. Y funciona. Mi abuelo Sidro, por ejemplo, o la baba Flora abandonan la pose hierática del estudio y se mueven e incluso ríen, claro, y guiñan un ojo, que son cosas que nunca hicieron (o muy pocas veces) tanto el uno como la otra.

Solo son tres o cuatro gestos, siempre los mismos. Apariencias fantasmagóricas que crean unos personajes extraños, irreales, robotizados. Una alucinación que tiene más de conjuro esotérico que de nostalgia sentimental.

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