Vacunación contra el covid

Contrarreloj

El retraso en el suministro de AstraZeneca en nuestro país tiene tres explicaciones: el tratar de hacer las cosas bien, la novedad de todo esto y la gestión de las expectativas

¿Qué pasa con la vacuna de Oxford AstraZeneca? ¿Nos podemos fiar?

¿Qué pasa con la vacuna de Oxford AstraZeneca? ¿Nos podemos fiar?

Cristina Manzano

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Lo de AstraZeneca se les ha ido de las manos. Después de convertir a la firma británica en el villano del retraso en la vacunación en Europa, de cuestionar su eficacia en los tramos de edad más altos, hoy millones de dosis se almacenan en el continente esperando que alguien las quiera usar. Hasta se ha lanzado la campaña inversa: convencer a la ciudadanía europea de que su vacuna es segura y funciona. 

El caso AstraZeneca es el más visible y mediático de una frenética carrera por lograr inmunizar a las poblaciones contra el covid-19 lo antes posible. Pero el anuncio de que la farmacéutica retrasaría sus entregas, junto con la noticia de que el Reino Unido se podía haber llevado parte de la producción esperada, desataron las críticas y las alarmas. ¿Qué ha fallado?  

Los fallos tienen tres tipos de explicaciones: el tratar de hacer las cosas bien, la novedad de todo esto y la gestión de las expectativas.

Cuando arrancó la pandemia, Europa vivió un nueva y vergonzosa edición del “sálvese quien pueda”. El concepto de “autonomía estratégica” cambió el día en que los europeos nos dimos cuenta de que no se producía en nuestro suelo ni un solo gramo de paracetamol ni una mascarilla. La idea estrella del futuro de la seguridad europea en cuestión por los caprichos de la producción global. Es lo que tienen las pandemias, que reajustan el orden de prioridades. 

Por ello, cuando llegó el momento de negociar las vacunas, las autoridades europeas quisieron hacerlo bien y tuvieron claro que había que usar toda la fuerza del bloque. Como en tantos otros casos, tal vez los grandes –Alemania, Francia…- tuvieran alguna capacidad de maniobra, pero el resto estaría a merced del mejor postor. Así que la Comisión Europea, con su presidenta, Ursula von der Leyen, a la cabeza, negoció con seis grandes empresas farmacéuticas recibir un total de 2.300 millones de dosis. Aunque los contratos siguen siendo secretos –lo que se ha hecho público no revela datos significativos- es de suponer que la Unión ha conseguido mejores precios y condiciones que de haber ido cada Estado miembro por separado.

Es de suponer que la Unión ha conseguido mejores precios, pero poner de acuerdo a 27 y hablar en su nombre va en detrimento de la velocidad

Pero poner de acuerdo a 27 –que siguen reteniendo las competencias sobre salud- y hablar en su nombre va en detrimento de la velocidad, de la que sí han gozado Reino Unido e Israel, por ejemplo. También el hecho de que la Agencia Europea del Medicamento aplique un proceloso proceso de aprobación –dirigido a garantizar la fiabilidad de los productos y de paso luchar contra los escépticos de las vacunas- ha contribuido a la lentitud.

Otro tipo de explicación tiene que ver con errores de cálculo causados por la inexperiencia y lo novedoso de la situación. Nunca antes se había puesto en marcha en tan poco tiempo un sistema tan masivo de producción de vacunas, y de un tipo que nunca antes se había probado en seres humanos. Europa, que lo había externalizado prácticamente por completo, está ahora corriendo contrarreloj para adaptar plantas ya existentes a lo largo del continente. A lo que se suma que las vacunas necesitan hasta 280 sustancias procedentes de 86 proveedores y 19 países. 

Por último, ha fallado la gestión de las expectativas. El fijar objetivos ambiciosos a nivel europeo –un 70% de la población vacunada para el verano-, que dependen a su vez de la actuación de terceros, por un lado, y de la capacidad de los sistemas sanitarios de los diversos estados, por otro, está llevando a una frustración generalizada por los retrasos. 

Una vez reajustados los calendarios, cabe esperar que la estrategia de la UE acabe dando sus frutos. Según una encuesta del 'think tank' Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), realizada justo antes del tropezón de las vacunas, un 48% de los participantes pensaba que el sistema político de la UE funciona (frente a un 46% en 2019), lo que sugiere que la cohesión es bien valorada por las ciudadanías europeas.

El siguiente paso será encontrar la coherencia también hacia el resto del mundo, por valores y por interés. El acaparamiento de vacunas –explicable en parte por la enorme incidencia del virus en Europa- casa mal con el principio de solidaridad. La UE ha sido uno de los principales impulsores de Covax, la iniciativa que aspira a garantizar el acceso a los países menos favorecidos y debe seguir liderando los esfuerzos multilaterales para lidiar con los desafíos globales. 

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